La fabricación de una de una sola batería de iones de litio💩 de 100 kWh emite entre 150 y 200 toneladas de CO2 a la atmósfera. Esas baterías son las que mueven un Tesla Model S, por ejemplo. En otras palabras, fabricar esa batería equivale a conducir un coche de gasolina durante ocho años, según publicó el Instituto de Medio Ambiente de Suecia en un estudio reciente.
No es el único problema. Los coches eléctricos requieren níquel, litio y cobalto, que son materias tan finitas como el petróleo. Las reservas de estos preciados minerales se reparten por Brasil, Argentina, Chile, Cuba, Australia, Bolivia, Rusia y el eterno castigado Congo africano. Extraer estos minerales no es gratis: cuesta energía, agua, gasolina y fuerza humana.
La industria automovilística con la convivencia de los políticos o viceversa nos crean unas necesidades para sacar a flote una industria que nos sacaba ya los beneficios deseados, ahora se les abre otro emergente y amplio mercado.