Sigo con mi relato:
DescripciónSiendo el modelo GTS, venía de serie con la suspensión pilotada PASM, el paquete Sport Chrono y el sistema de escape deportivo.
Como extras destacables, traía el cambio PDK, servodirección Plus, volante Sport Design con levas, faros Bi-Xenon direccionables y esas preciosas llantas “Carrera Classic” de 20”.
El bloque motor era el mismo que en el Boxster, un 3.4l, pero desarrollando 340cv en vez de 320cv.
Era claramente un coche más grande y más suntuoso. Había más “chapa”- lógico si se trataba de un coupé y no un roadster- pero me refiero a las formas más “abultadas” del 981 respecto al 987. Además, había más sitio para equipaje, al poder aprovechar también el espacio por encima del motor.
Había acertado, pues- era un perfecto coche familiar.
Lo que no veréis en el coche son las pegatinas “GTS” debajo de las puertas. Fiel a mi manía, se las hice quitar al concesionario antes de la entrega.
Sensaciones al volanteEsto es, en primer lugar, lo que me enamoró de este coche:
https://www.roadstersportclub.com/foro/audios/cayman_gts_startup.mp3Ya me diréis lo que os parece. A mí, me daba la sensación de haber arrancado un V8.
Ciñéndome al aspecto de la conducción, la primera cosa que noté era una dirección un poco “rara” en maniobras a baja velocidad. Aparte de ser muy ligera, al tener las ruedas giradas al máximo, la rueda interior se arrastraba lateralmente- una sensación desagradable. Luego, me enteré que era debido al efecto Ackerman exagerado de la nueva suspensión.
Una vez en marcha, otra cosa que observé, en comparación con el Boxster, era la respuesta más perezosa al pisar el acelerador, seguramente debido a las relaciones de cambio más largas. Para conseguir las mismas sensaciones de inmediatez que en el Boxster, tenía que activar el modo “Sport”.
La tercera cosa fueron las suspensiones. Las del Boxster son pasivas- es decir no adaptativas y por tanto transmiten una respuesta lineal, sin titubeos ni sensaciones raras. En el Cayman, a veces era difícil sentir donde estaban las ruedas en relación con la carretera- me daba la sensación de que éstas desaparecían y reaparecían, cual Guadiana.
El último aspecto era la sensación de disfrute. Al tener las sensaciones básicas más filtradas, tenía que conducir a velocidades relativamente altas para empezar a sentirlas. Cuando la velocidad superaba los 90-100 km/h el coche “se despertaba” y entonces y solo entonces, todos los elementos (sobre todo suspensiones y dirección) empezaban a funcionar en armonía.
Y es cuando se podía realmente disfrutar de ese motor y de ese chasis.