2014 (Prólogo)Me acuerdo que localicé el anuncio el viernes por la tarde/noche y que me pasé todo el sábado y domingo entre dudas:
• Si realmente me hacía falta otro coche.
• Si éste era el coche.
• Que sería un coñazo tener que desplazarme hasta Alemania.
• Si patata, si patatín.
• Y, sobre todo, ¡que no se me escapara esta unidad!
El domingo, antes de acostarme, comuniqué al vendedor por email mi interés por el coche y, sorpresa, por la mañana, ya tenía su respuesta, indicando que me lo reservaría, pero solo hasta el viernes siguiente.
El jueves, 20 de febrero, cogí un avión para Dusseldorf y al día siguiente, el tren a Dortmund, donde me recogió el vendedor. Me acuerdo que el concesionario estaba situada en el pueblo de Holzwickede, en una calle que se llamaba, como no, Ferdinand-Porsche-Strasse. Para una ciudad mediana, me parecían unas instalaciones inmensas, con al menos tres plantas. Me llevó a la planta inferior, donde estaban alineados una parte de los vehículos de segunda mano y, al fondo de la planta, pude adivinar una unidad que brillaba más que ninguno:
No defraudó en absoluto. Estaba impecable- ni un rasguño por fuera o por dentro. Me contó el vendedor que había tenido dos propietarias anteriores y que las dos lo habían entregado al comprar sendos ejemplares del modelo 911.
Por supuesto, tenía que probarlo y fuimos a dar una vuelta, el vendedor a mi lado. No me di cuenta, hasta que ya estábamos en carretera que, con toda la emoción, había dejado la chaqueta en las oficinas y que íbamos, por tanto, en mangas de camisa. No obstante, tuve que probarlo descapotado e iba disfrutando hasta que oí la voz del vendedor suplicándome que subiera la capota porque solo hacía 8 grados fuera. Os juro que no sentía nada, ni las piernas. Accedí, por supuesto.
El coche me pareció simplemente fantástico.
Terminamos de negociar el precio y de intercambiar documentación. Se formalizó la reserva del coche y nos acordamos vernos dentro de una semana para recogerlo.
El viernes siguiente, cuando llegué al concesionario, estaba todo preparado, incluidas las matrículas provisionales, con las que podía circular por toda Europa durante 15 días. No tuve que hacer trámite alguno ante las autoridades alemanas. Los había hecho el propio concesionario. La entrega fue espectacular como si de un coche nuevo se tratara. Además, me hicieron regalo de una botella de buen Prosecco.
A mediodía, tomé la carretera para Madrid. Tenía delante de mí la friolera de 1.813 km en solitario.
Mi ruta incluía un desvío en Reims hacia Troyes con la idea de evitar Paris. Sin embargo, me perdí y acabé en la circunvalación de Paris un viernes por la tarde. Además, estaba lloviendo. ¡Qué horror!
Más adelante, hice noche en uno de esos hoteles de carretera que hay en las autopistas francesas, no me acuerdo si era un Formule 1, o un Ibis, pero perfecto para lo que necesitaba.
Al día siguiente, estaba lloviendo y cuanto entré en España, se arreció. Fue un viaje espantoso, con zonas de la autopista encharcadas, pero el Boxster ni se inmutó.
Me acuerdo que, pasado Burgos, tuve que parar y descansar en una gasolinera por falta de visibilidad.
Ah, y otra cosa, no entró ni una gota de agua. Buena prueba de estanqueidad.
Llegué finalmente a mi casa sobre las 8 de la tarde. Casi 19 horas conduciendo.
Misión cumplida.