Etapa 17. Mis impresiones con algunas imágenesLa última etapa del Tour tenía como aperitivo matinal el recorrido del mítico Mont Ventoux por sus dos vertientes, pero en sentido contrario al efectuado en la última parte de la etapa anterior. Más tarde y tras pasar por Avignon tomábamos un largo tramo de autopista hasta Narbonne. A partir de allí la ruta discurría a través de la comarca de las Corbières siguiendo pequeñas y pintorescas carreteras, situándose el punto final del recorrido en la aldea de Gincla.
Nos situamos geográficamente con el mapa general de la etapa
Es increíble lo rápido que pasa el tiempo, particularmente cuando uno se lo está pasando bien. Me parecía que hacía nada que estábamos en el punto de encuentro en Lumbier y resulta que íbamos a comenzar la que sería la última etapa del Tour.
Reinaba en el ambiente un puntito de tristeza, pero ¡que caramba! había que cambiar el chip y pensar había que tratar de disfrutar la última etapa con la misma intensidad que si fuese la primera, de modo que con buen ánimo nos dispusimos a sacarle todo el partido posible.
La mañana estaba preciosa y lucía un cielo azul provenzal. Mis dos primeras fotos del día están sacadas en el pequeño jardín del hotel La Garance. "Los Canya” se habían vestido para la ocasión luciendo sus respectivos polos del Mont Ventoux.
La tapa interior del maletero del Mx5 de Lorena luce tras este Tour una original decoración, incluyendo pegatinas los grandes puertos alpinos y también con las banderas de los cantones suizos que atravesamos en el recorrido del Tour.
Salimos rumbo a la cima del Ventoux y un rato más tarde estábamos ya muy cerca de la cima en la zona del manto pedregoso blanquecino que cubre la montaña a partir de los 1.600 m de altitud y que en los meses de invierno aparece cubierta de nieve; esta zona alta acoge una flora polar absolutamente atípica en estas latitudes cercanas al Mediterráneo.
Y siguen ya unas cuantas fotos que no precisan de comentarios pues hablan por sí mismas.
Ellos son una fantástica pareja de incansables roadsteros de primera clase: Alejandro y Lorena.
Lorena posando aquí con nuestro amigo Javier -Homecanya-.
Nos recreamos en este lugar próximo a la cima un largo rato; la verdad es que se estaba tan fenomenalmente bien que no teníamos mucha prisa por subir; así que yo aproveché para seguir haciendo fotos.
Una pareja que hace muy buenas migas, un negrito y un piolín, miran hacia la cima del Ventoux.
Creo que aquella mañana piolín chupó más cámara que en todo el Tour.
Dar un paseo a pie por el pedregal llegando hasta el borde del precipicio es una bonita experiencia; en esta zona la montaña cae muy verticalmente hacia el valle y la visión es magnífica. Las dimensiones engañan, el Boxster
amarillo a la izquierda de la foto parece de juguete.
Otra vez la pareja del negro y el amarillo en este formidable escenario.
Estuvimos un largo rato en el Mont Ventoux disfrutando de aquella magnífica mañana estival hasta que el reloj aconsejó continuar la ruta habida cuenta de que esta última etapa era larga en kilometraje.
La bajada del Ventoux por la vertiente Norte resultó tan divertida como de costumbre; es una rampa continua y curvas para hartar descendiendo desde los 1920 m a los que está la cima hasta los 365 m a los que sitúa el pueblo de Malaucène; en 24 km se bajan 1.544 m de altitud que no es moco de pavo. Lo cierto es que el volante, los pedales y la palanca de cambio resultaban entretenimiento más que suficiente y la cámara de fotos permaneció quieta y muda.
Un poco más tarde, pasada ya la ciudad de Avignon, tomamos la autopista hasta Narbonne. Pese a estar a finales de agosto se circulaba muy bien en dirección a España aunque en sentido contrario de subida el tráfico era denso.
Ya en la última parte de la etapa ruteamos por la zona de las Corbières. La tarde era apacible sin demasiado calor y la foto siguiente la hice en una parada descanso en la que aprovechamos para hacer acopio de moras que eran abundantes en los zarzales que por allí había y más tarde degustaríamos acompañadas de un Perrier.
Estáis un poco serios chicos…. ¿no será quizá que estamos acabando la etapa y acabando el Tour…?
En los últimos compases del día tomamos la carretera que asciende castillo cátaro de Queribus, que aparece encaramado en lo alto de un peñasco. Cuestión de perspectiva, el Boxster amarillo parece enano en la foto comparado con el Mx5 de Lorena.
Al llegar al hotel nos esperaba una agradable sorpresa y en el parking estaba un Boxster negrito que me resultaba muy conocido. Miguelvet y su chica Marian, que habían acudido al punto de encuentro en la primera etapa para acompañar a los participantes del Tour en el arranque de la aventura, habían querido estar también con nosotros en los momentos finales de la misma. Fue un verdadero placer disfrutar de su compañía en esos dos momentos singulares del Tour. Muchas gracias Miguel y Marian por ese bonito gesto que os honra
.
Ni que decir tiene que tuvimos una agradable cena, bien aderezada con la salsa de las mil anécdotas que a todos se nos venían a la cabeza tras 17 días de periplo.
No tengo fotos de la cena, pero sí del desayuno que tuvimos a la mañana siguiente, en la jornada número 18, ya con Miguel y Marian incorporados a la mesa.
Mi última foto -una simpática foto- nos la hizo el propietario de la
“Hostellerie du Grand Duc”. Poco después cada uno de los participantes poníamos el rumbo de vuelta a casa.
EpílogoCada vez que decido enrolarme en un Roadster-Tour sé muy bien que no voy a emprender un viaje convencional sino toda una experiencia emocional. Es maravilloso poder vivir y compartir tu pasión durante tantos días con otros compañeros que sienten parecidas sensaciones a las que tú sientes. Si además, con un poco de suerte, el grupo funciona de manera armónica, el placer de rutear juntos se multiplica y puede llegar a procurar momentos verdaderamente sublimes.
He decidido ya que este Tour RSC 2019 va a ocupar un lugar de primera en la clasificación de mis mejores recuerdos. Puedo decir que en 17 días he disfrutado de verdad desde el primer minuto hasta el último, con el estado de ánimo siempre en la cima más alta a la que uno podría aspirar. Sólo me resta pues expresar una enorme gratitud a todos los compañeros con los que he podido compartir esta aventura y que lo han hecho posible.
¡Gracias!