La idea de fabricar un coche con motor de avión es muy anterior a la última ocurrencia de Elon Musk, quien prometió recientemente que el próximo Tesla Roadster llevará hasta 10 cohetes de SpaceX. Estos ayudarían a este deportivo eléctrico de 200.000 euros a mejorar su aceleración, la frenada y en velocidad punta.
De hecho, los primeros coches equipados con cohetes se construyeron hace 90 años. Según Elon Musk, su nuevo Roadster alcanzará los 100 km/h en solo 1,9 segundos y llegará a los 400 km/h. La velocidad de un Bugatti Veyron, que en pocos lugares puede llegar a alcanzarse realmente.
Sin poner en tela de juicio lo que dice Elon Musk, ya que él además tiene una licenciatura en Física por Pennsylvania y empezó un postgrado en la materia por Stanford, lo cierto es que el próximo Roadster ha tenido antecesores. Y no es que, precisamente, estos coches con tecnología de aviones o cohetes cosecharon un éxito comercial.
A continuación, los 7 coches con motores de avión que precedieron al Tesla Roadster.
El Opel RAK II de 1928
Es justo empezar por los primeros que inauguraron el concepto de coche impulsado por cohetes. Y ese fue Fritz von Opel, una especie de Elon Musk de los años 20. A los 29, el nieto del fundador de Opel se presentó en el circuito de Avus, en Berlín con el Rak 2.
El nombre viene de la palabra Raketten, que significa cohete en alemán. Era la segunda generación de su prototipo impulsado, como el próximo Tesla Roadster, por 24 cohetes y con él alcanzar 238 km/h ante 3.000 personas.
En Alemania, esa fue la década de la explosión de la ciencia de los cohetes y el piloto de carreras, ingeniero y empresario estaba en el momento justo, así que siguió apoyando el desarrollo de soluciones prácticas basadas en ellos. La culminación del papel de Opel en esta historia es nada menos que haber construido el primer avión impulsado por cohetes: el Sander RAK I.
Sin embargo, a Opel jamás se le ocurrió llevar este sistema de propulsión por cohetes a la producción en serie de automóviles.
Chrysler Turbine Car de 1964
Sin duda, el segundo capítulo más serio de la historia de los coches con motor de avión lo protagonizó el Chrysler Turbine Car construido entre 1962 y 1964. Con una carrocería producida por el diseñador italiano Ghia, estaba impulsado por una turbina de 190 kg.
El intento de Chrysler por llevar esta tecnología a producción fue notable y el Turbine Car fue solo última creación y más práctica de toda una generación de prototipos con estos motores de avión. La marca llegó a hacer tours de costa a costa con estos coches con propulsores que tienen un 80% menos piezas que un motor de gasolina.
Sin embargo, en aquellos viajes debían ir dos furgonetas detrás con mecánicos y un camión de repuestos. Con el Chrysler Turbine Car se culminó el esfuerzo de la marca, que fabricó 55 unidades. Una de ellas, la tiene entre su colección el presentador Jay Leno y, desde luego, en su programa le dedicó todo un episodio que puede verse arriba.
Rover-BRM de 1963
Rover tuvo varias épocas gloriosas en su historia y una de ellas fue a comienzos de los 60 cuando su trabajo con turbinas desde el final de la Segunda Guerra Mundial fructificó en el Rover-BRM con motor de turbina, un modelo que llegó a correr las 24 Horas de Le Mans los años 1963 y 1964.
El primer año consiguió terminar con la matrícula de coche experimental 001, pero tras no poder tomar la salida al año siguiente, en 1964 lo hizo en la categoría de dos litros y quedó séptimo en su clase. Además, lo consiguió con un consumo de combustible infinitamente inferior al de sus rivales, una gran ventaja que ofrecen las turbinas, que son termodinámicamente mucho más eficientes que los motores de combustión.
General Motors Firebird de 1956
El ejemplo del GM Firebird es diferente al de Chrysler, para empezar porque nació una década antes. De hecho el primer Firebird data de 1953 y el trofeo que se da en las 500 Millas de Daytona es en realidad una réplica en miniatura de aquél coche con forma de caza bombardero y un diseño nada práctico.
Sin embargo, el Firebird II sí fue un intento de hacer habitable un coche avión, aunque la carrocería era enteramente de titanio, tenía un habitáculo formado por una mampara de plexiglas y quemaba queroseno, así que en realidad se seguía pareciendo más bien a un caza que a un automóvil de la época.
Sin embargo, a partir de ahí el esfuerzo en esta tecnología por parte de GM fue más bien estilístico. En los 50, GM organizaba unas ferias llamadas Motorama y las dos siguientes generaciones del Firebird no fueron más que coches de salón porque a GM no se le ocurrió nunca cómo llevar estos coches con motor de avión a la calle de una forma práctica.
Renault Étoile Filante de 1956
El jefe de Renault, Pierre Lefaucheux encargó el desarrollar un prototipo con los pequeños cohetes que fabricaba Szidlowski y el resultado fue Renault Étoile Filante, con un cuerpo de poliéster sobre una estructura tubular y una turbina que desarrolla 270 CV.
El 5 de septiembre de 1956, el poderoso bólido francés rompió el récord mundial de velocidad sobre lago salado de Bonneville, en Estados Unidos. El Étoile Filante alcanzó entonces los 306,9 km / h en un kilómetro y 308,85 km / h en más de 5 km, un récord de velocidad para un coche con motor de avión que podría romper el Tesla Roadster 2020, aunque este usaría cohetes.
Fiat Turbina de 1954
Fiat empezó a investigar en 1948 y fue el primer fabricante europeo en producir un coche impulsado por un motor de turbina. Además, como son italianos, le dieron un nombre y un aspecto atractivos aunque el Fiat Turbina no fue presentado hasta 1954.
La mecánica generaba 300 CV mientras giraba a 22.000 vueltas por minuto —un coche normal no suele pasar de las 5.500 cuando se acelera a fondo—. En esos momentos, conseguía ponerse a 250 km/h, pero a pesar del interesante trabajo de diseño —este coche tuvo durante 30 años el récord a la carrocería más aerodinámica del mundo— Fiat abandonó el proyecto por sus tremendos costes.
Toyota GTV de 1987
Toyota también estuvo trabajando en desarrollar turbinas aptas para automóviles desde por lo menos finales de los 60 y en 1987 se decidió a presentar el Toyota GTV en el Salón de Tokio. El modelo llevaba dos turbinas de gas de 150 CV cada una que llegaban a girar a 53.000 revoluciones por minuto.
En este programa de TV de la época —en Japón se usaba un formato de vídeo diferente al europeo, de ahí la baja calidad— puede apreciarse uno de los problemas que produce utilizar turbinas en un coche. Además del coste brutal de Toyota GTV, también su sonido es exagerado y una vez se arranca el motor, alguien puede tener la impresión de estar dentro de una super batidora.
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