Algunos apuntes sobre la Etapa 17 y su hotel de fin de etapaEsta etapa, con 414 km de recorrido, va tener dos partes de interés, en medio de ambas un tramo de autopista de 163 km entre las cercanías de Avignon y Narbonne.
¿Y empezando por la primera parte, acaso habría una mejor forma de comenzar la última etapa del Tour que afrontando de nuevo la ruta del Mont Ventoux, pero en sentido contrario al realizado en la etapa anterior y con el frescor de la primera hora de la mañana?
Realizaremos pues el ascenso al Mont Ventoux por la vertiente Sur descendiendo después por la Norte, lo que nos ofrecerá una percepción de la ruta diferente a la que hemos tenido en la anterior etapa, tanto desde el punto de vista del trazado como desde la perspectiva paisajística y panorámica.
Ya al pie del Mont Ventoux nos dirigiremos hacia Avignon y cerca de esta ciudad tomaremos el citado tramo de autopista que nos dejará al Sur de Narbonne; a partir de aquí comienza la segunda parte de la etapa con un desarrollo de 150 km a través de la comarca de Las Corbières y el País Cátaro.
En esta parte del recorrido, que realizaremos por la tarde, vamos a rutear por una zona del Francia interesante, siguiendo mayoritariamente pequeñas carreteras de carácter muy roadstero.
El castillo de Termes, la ruta de la garganta de Terminet y la garganta de Orbieu, el torreón de Arques, la ruta del col de Linas…, son nombres sugerentes que nos anuncian un recorrido interesante en el que se mezcla paisaje y cultura, aunque seguramente el mayor interés está en la pequeña y sorprendente garganta de Galamus, muy estrecha y trazada perforando materialmente paredes de roca casi verticales.
Podemos ver esta parte final de la etapa en los dos mapas siguientes (5 y 6 de la misma).


El hotel escogido para finalizar esta etapa y el propio Tour es un viejo conocido de los habituales a los Roadster-Tours ya que en varios años el Tour hizo noche aquí, la última de ellas en 2017.
Se trata de la
“Hostellerie du Grand Duc”Estamos en el Sudeste de Francia y al pie de los Pirineos, en una comarca en la que los cátaros hicieron historia edificando imponentes castillos. Allí, en la aldea de Gincla, a la que llegamos por una pequeña y poco transitada carretera, escondido en el fondo de un valle rodeado de exuberante vegetación está este pequeño hotel.
La ilusionante recuperación de una noble y antigua casona.- Aquí tenemos una hermosa
“Maison de maître”, que en Francia define a una casa con arquitectura de carácter que históricamente fue habitada por personajes notables o pertenecientes a la alta burguesía del lugar, respondiendo su estructura constructiva a las necesidades derivadas del estatus social de su propietario.
La casa, que data del año 1780, cayó en el total abandono en el siglo pasado; Martine y Bruno Bruchet, sus actuales propietarios, enamorados del edificio y de su ubicación lo adquirieron en el año 1978 en un estado muy cercano ya a la ruina. Con energía e ilusión se pusieron manos a la obra y juntos comenzaron un paciente y meticuloso trabajo de recuperación del edificio afrontando ellos mismos la mayor parte de las tareas de reconstrucción; unos años más tarde inauguraban una hostelería rural con 12 habitaciones que van del estilo Luis XV al colonial, pasando por el romántico.
El hotel ha ido mejorando con pequeñas reformas realizadas a lo largo de los años y sus insalaciones nos ofrecen hoy un confort actual respetuoso con el alma y el carácter del edificio.
El búho que dio el nombre al hotel.- Tras adquirir Bruno y Martine aquella noble casona, se encontraron con un edificio que dejado al abandono por muchos años se mostraba casi desvencijado en varias de sus partes; realizando una de sus primeras exploraciones del edificio, un buen día subieron al viejo desván ubicado bajo la techumbre y allí se llevaron un susto mayúsculo al escuchar la respiración honda y profunda de algún ser vivo; no tardaron en descubrir que la casona tenía un particular habitante: un enorme búho real -también denominado “Gran Duque”-, la mayor de las rapaces nocturnas y el más poderoso depredador alado de cuantos salen a cazar por la noche con una longitud que alcanza hasta los 73 cm y una envergadura alar puede llegar a los 2 metros. Es muy fácilmente imaginable el susto de que uno se puede llevar al toparse en el desván con tan inesperado personaje. Aquel curioso e inolvidable encuentro sirvió para que Martine y Bruno no tuviesen ninguna duda de que «Grand Duc» -Gran Duque- iba a ser el nombre de su futuro hotel.
Una historia de amor, una familia, una hostelería.- Martine nos relata: «en realidad Bruno y yo nos conocimos alrededor de las cacerolas; con 20 años yo acababa de llegar al Sur de Francia desde mi Alsacia natal para trabajar en un restaurante de Saigallouse (pueblo francés próximo a la frontera española) y Bruno, que todavía no había cumplido los 18 años, trabajaba en la cocina de aquel restaurante; el flechazo fue inmediato y desde entonces somos inseparables; si uno de los dos tiene un mal momento, el otro lo sostiene y reconforta…, y además nos complementamos muy bien, yo tengo mucho carácter y él tiene un temperamento tranquilo y sosegado, creo que esto contribuye al equilibrio de nuestra relación”. El caso de Martine y Bruno prueba claramente que una historia de amor no es para nada incompatible con la vida profesional; más bien al contrario, su complicidad no ha hecho más que crecer con el paso de los años; es un bonito ejemplo seguido después por su hija Sandrine que hoy trabaja también en el hotel junto a su marido Jérémie.
“Trabajar unidos para hacerlo mejor”, tal es la filosofía de la familia Bruchet.
Desde la apertura de la Hostellerie du Grand Duc Bruno oficia en los fogones, y desde hace unos años Sandrine le ayuda aportando a la carta de menús su propia creatividad, Por su parte Martine aborda las restantes tareas del hotel con la ayuda de su yerno Jérémie.
Martine reitera que el secreto del éxito de su hotel está en la gestión familiar del mismo, "como siempre decimos a los jóvenes que vienen a hacer prácticas hoteleras en nuestra casa, la pareja y la familia son muy importantes en nuestra vida profesional y cualquier decisión la tomamos siempre unidos".
A la hora de sentarnos a la mesa, un elegante comedor en el que ambiente rústico y clásico se mezclan, sirve de marco para saborear con fondo de música clásica una cocina refinada y creativa con toques regionales,.
Y tras esta introducción unas fotos que ilustran un poco mejor este hotel.
A la derecha Bruno y Martine, y a la izquierda su hija Sandrine y su marido Jérémie, una familia que fue capaz de convertir una gran casona en decadencia en el hotel con encanto que hoy es.

El edificio del hotel y su jardín romántico.



Un par de imágenes del interior.


Y algunas fotos de habitaciones; cada una de ellas tiene una decoración diferente.



Si queréis visitar la página de este hotel es ésta:
http://hostelleriedugrandduc.com/Y por el momento nada más. Con este largo comentario -que me ha sido fácil de hacer porque en su mayoría está sacado del que hice para este mismo hotel en el Tour de 2017- finalizamos el recorrido a través de los hoteles del Tour 2018.