Seguimos, con la cuarta etapa.
Algunos dirán que un poco tarde para hablar del pasado Tour 2.017, pero es un momento perfecto, para darle un empujoncito a los que están pensando en ir al próximo.
Además, con una conexión que me da una velocidad de subida de 4,42 Mb/s, esto tiene mucho mérito.
Así que madrugon para ajustar algún problemilla en el coche, después de haber pasado la noche en un hotel muy singular, con buena cena y paseo nocturno por el cercano pueblo de Estaing, con calles medievales no aptas para roadsters.
Amanece lloviznando, es demasiado temprano para desayunar y antes de que amanezca, me doy un paseo en coche por los alrededores, pongo gasolina y primer café de la mañana en Entraygues-Sur Truyere: con nuy buenos “croix-sants”.
Muy a pesar nuestro, para Javi y Gema soplaban vientos del Norte.
Aquí Jota dijo que se apartaran los feos
Precioso sitio, con chinchorro, para relajarse entre piedras centenarias
In Memorian: aquí, todavía, Miguel luce este apéndice, después abandonaría los ruedos y le cortarían la coleta o mejor dicho, le recortarían la coleta
Dicen que todos los caminos llevaban a Roma, pero todos no; éste, desde hace unos cuantos siglos, lleva a Santiago.
La gran poderosa máquina recogedora de imágenes y sensaciones. Casi al final del Tour, se volvió un poco rebelde, una mañana se largó del coche de Jota, y se fue a vivir la vida. Un francés tuvo el detalle de, al verla arrastrándose por los caminos, traerla de regreso a casa, vamos de traerla de nuevo al 981.
Parada de reabastecimiento para otros, mientras nosotros esperamos, admirando paisaje
Ojalá hubiera repostado también, porque al día siguiente entré en Valence en reserva, con 0 Km de autonomía restante y algún tironcito.
Una etapa fenomenal, con zonas de ribera (con paradas en sitios para volver sí o sí), deliciosas carreteras para rodar, alternadas con zonas de subidas y bajadas con carácter, donde ya empiezas a darte cuenta de cómo se va a desarrollar el Tour, que viene con diversión asegurada, en cualquier terreno.
Aunque aún no estamos en las llamadas “rutas míticas”, sientes que se puede disfrutar muchísimo conduciendo con los amigos por carreteras no tan exigentes. Incluso me vi rodando con música, cosa que no es habitual en nosotros y fue sensacional. Javier y Ana nos iban animando, creo que cuando oían a los Eagles.
Y por último, un fin de etapa memorable: ni llave de la habitación ni ducha urgente ni nada, Jota lo tenía todo previsto en el Hotel du Nord:
Y después, a cenar