¡Y llegamos a la última etapa del Tour!
Extracto de la Etapa 17Esta etapa se iniciaba en el pueblo de Bédoin, al pie del Mont Ventoux, al que realizaríamos el ascenso en los primeros kilómetros para seguir después rumbo a Avignon, tomando más tarde la autopista que nos dirigiría en un directo hasta Perpignan, para seguir desde allí hasta el pueblo de Vernet les Bains, en el que finalizaba la etapa.
Vemos aquí el recorrido general.
Sé por experiencia que cuando llega la última etapa del Tour uno se enfrenta a una situación emocional un poco especial, en la que se mezclan sentimientos de distinto signo; por un lado de satisfacción, en lo que supone estar a punto de colmar con éxito la pequeña aventura que siempre supone un viaje de esta naturaleza, y por otro lado, una cierta melancolía que ya comienza tímidamente a asomar –pese a que uno se esfuerza en no consentirlo- porque uno sabe que poco queda ya para que se acabe lo bueno y mucho vivido haciendo una de las cosas que más nos gusta en la vida: perdernos de vacaciones con nuestro roadster y olvidarnos de todas nuestras rutinas y problemas cotidianos sin más preocupación que la de mirar al cielo por la mañana y ver qué meteo vamos a tener para rutear en ese día; si además la experiencia se ha vivido con un grupo de compañeros que la convivencia ha convertido ya en verdaderos amigos, la melancolía se acentúa…
...pero lo cierto es que afrontamos esta etapa con la misma alegría y optimismo que cualquier otra, y no hay más que ver, una a una, las caras de todos los participantes de la etapa a primera hora de la mañana en la piscina del hotel Les Pins, en la provenzal localidad de Bédoin.
Y comenzamos a rutear, y media hora después llegaba la primera parada en el Chalet Reynard, un punto en el cual detenerse resulta casi obligado cuando se asciende al Mont Ventoux. Y ahí estamos…
Juan Varela nos saluda a bordo de su querido
“Alpina”, rodeado por Sole y SoloMarcos (Marcos), Gema, Isabel, Miguelvet (Miguel) Lorena, Zcuatro (Tony), Jmaben (Javi) y 190SL (Alejandro).
Venga! ¿subimos ya? Pues claro!.... y vaya deliciosa mañana que estaba para hacerlo! la temperatura perfecta y sin ápice de viento… ¡la perfección!
Ya estamos en la cima del Ventoux que nos ofrece su particular aspecto desértico de siempre, como águilas dominando un extensísimo panorama.
Juan Varela en modo captura para no perderse ni un detalle.
Sí, sí, naturalmente estamos arriba del todo
En el panel que marca la altitud a 1.911 m. Desde luego que en este Tour hemos estado un buen montón de veces mucho más arriba; incluso hemos pasado alguna noche a mayor altitud -en Juf a 2.126 m.- pero el Ventoux para muchos de nosotros tiene una magia especial que hace cada vez que subes te digas a ti mismo que estás totalmente seguro de que no va a ser la última vez que volverás a hacerlo.
¿Estamos todos? Pues no, falta el fotógrafo, que en este caso soy yo; recuento las caras y me falta Juan Varela… ¿pero éste hombre donde se ha metido?
Ahhhhh! incógnita despejada!, Juan está en uno de sus frecuentes
"momentos zen" no ha dudado en sacar del coche su
“silla multifunción” y en este caso la función es la de propiciar el relax y la meditación frente a un excelso paisaje.
Bueno, pues vamos a dejar a Juan reflexionando y en todo caso pediremos a alguien que al menos nos saque una foto a todo el resto del grupo incluyéndome en este caso a mí también. Y el fotógrafo no debía tener mal pulso ya que la foto no ha quedado mal del todo.
Y en lo alto del Ventoux quisimos brindar un pequeño homenaje al
“pequeño gigante” del grupo: el Smart Roadster de Solomarcos y Sole. Recuerdo la subida a la cima tras el Smart, que iba por delante de mí, escuchando los silbidos del turbo resoplando e impulsando al galope al pequeño tres cilindros… ¡y hay que ver como trepaba hacia la cima! No es de extrañar que Marcos y Sole estén perdidamente enamorados de su roadster.
Y continuamos la ruta…llegamos a Avignon, vieja ciudad de los Papas, y un poco más adelante tomamos la autopista para hacer un directo hasta Perpignan con una parada intermedia para hacer un picnic en un área de servicio; el calor apretaba en ese momento en la Francia mediterránea y regresábamos momentáneamente a los “treinta y tantos” de las primeras etapas.
Tony e Isabel en esta parada.
Curiosamente, en la última parte de la etapa y cuando nos acercábamos a Perpignan comenzaron a aparecer nubes que presagiaban lluvia, que efectivamente descargaría llegando al pueblo de Villefranche de Conflent, al que, indemnes a la lluvia, no dejamos de hacer una visita.
La meteo excepcional que en el Tour habíamos tenido parecía querer torcerse al final, pero todo se quedó en un breve chubasco veraniego que no tuvo más consecuencia que la de refrescar el ambiente.
Llegamos al hotel en el que habíamos reservado habitaciones en la villa de Vernet les Bains y nos dirigimos luego a un restaurante cercano en el que tuvo lugar la última cena del Tour, en la que, como en muchas otras, llegó el momento de un brindis que en este caso resultaba si acaso más justificado que en ninguna otra.
Aquí terminaba la etapa 17. Al día siguiente amaneció un día precioso, como si la meteo quisiera ponerlo todo de su parte en la despedida, ofreciéndonos la misma luminosidad y alegría con la que prácticamente a lo largo de todo el Tour nos había saludado en cada mañana.
La foto, en el parking del hotel en el que habíamos pasado la última noche del Tour, en el momento de salir.
Unos minutos después poníamos el punto final y llegaba el momento de la despedida en una parada en el pueblo de Villefranche de Conflent , allí pude hacer todavía un par de fotos antes de que nos dispersásemos en distintos grupos poniendo rumbo a nuestros respectivos destinos.
EpílogoCada vez que un Tour llega a su fin y el morro del roadster enfila la ruta de regreso, en las primeras horas de ruta y a lo largo de muchos kilómetros me envuelve un sentimiento en el que se mezclan un montón de emociones, con la sensación de haber tenido la suerte de vivir una gran experiencia en la que las cosas han pasado tan de prisa que seguramente necesitaré mucho tiempo para poder asimilarlas en su plenitud.
Esta vez me volvía a invadir la misma sensación, preferí apagar la radio, silenciar la música, y con la única compañía del silbido del viento y el ronroneo del motor del Boxster conducía rumbo a casa sumido en la reflexión y en los recuerdos que ya comenzaban a aflorar, a modo de película mental, de los momentos vividos en este, para mí, gran Tour que acababa de culminarse; grande por sus rutas, por los paisajes, por las curvas...¡claro!, pero muy grande también en verdad por el grupo de compañeros con los que había sido un privilegio hacerlo ya que lo pusieron todo de su parte para multiplicar exponencialmente, desde el primer kilómetro al último, el placer de rutear.
Muchísimas gracias a todos los participantes de este Roadster-Tour por ser como sois, y naturalmente expreso mi gratitud y reconocimiento al Roadster Sport Club como gran casa que es de todos, y marco gracias al cual hemos podido construir, compartir y vivir esta aventura.