Capítulo 5.- Las sorpresas no se habían acabado…Esa noche no concilié fácilmente el sueño. Traté de vencer la tentación de consultar internet en el móvil, para vencer el aburrimiento, pero al final, tras infinidad de vueltas en la cama, el insomnio se salió con la suya y me puse a leer cosas sobre el Z4. Finalmente, me obligué a tratar de descansar, sino era capaz de dormir, al menos, debía descansar. Pues si la compra se llevaba a cabo, al día siguiente me esperaban bastantes horas de conducción.
Cuando sonó el despertador, tenía, por segundo día consecutivo, la sensación de haber dormido apenas unos minutos. Así, que retrasé la alarma diez minutos, pero ya no fui capaz de cerrar ojo, hasta que volvió a sonar nuevamente. La luz entraba ya por la ventana anunciando el nuevo día.
Había que espabilar, el tiempo pasa rápido y tenía diez minutos menos para prepararme. ¡A la ducha! Tenía ya todo preparado para tardar lo menos posible en estar operativo. Así que no tardé demasiado en estar en el comedor desayunando. Allí solo había tres personas más en ese momento. Al fondo, una pareja de guiris que tenían la mesa a rebosar de viandas y que no daban la sensación de ir a concluir con su frugal desayuno en breve. A mi derecha, en una mesa más cercana, un hombre de mediana edad vestido de traje, con aspecto de comercial disfrutaba con calma de su desayuno, mientras leía el periódico.
Liquidé mi desayuno con bastante celeridad pues a pesar de mis cálculos no me sobraba demasiado tiempo.
Después de pasar por recepción para realizar el check out, salí a la calle y una mañana limpia y soleada me saludó. Buen síntoma, la noche anterior, el dueño del Z4 me dijo por teléfono que si no secaba la capota, la secaríamos aunque fuese con fregona, cosa que también me había tranquilizado bastante. Yo tampoco quería fastidiar la capota fuese para mí o no el coche.
El hotel estaba situado en el centro y no me llevó mucho tiempo llegar a la misma plaza donde nos citamos el día anterior. Allí nos encontramos el vendedor, su mujer (que era la propietaria del coche) y yo. Tras las presentaciones de rigor, comprobé como la dueña miraba con pena a su coche, se notaba cuando hablaba de él que le tenía cariño. El testigo de motor se había encendido de nuevo, así que ella firmaba los papeles para poder irse a trabajar y yo ya le entregaría el dinero a él después. Previo paso por el taller.
Cuando llegamos al taller, le metieron de nuevo la máquina al coche y como el día anterior, pude ver los datos que arrojaba el ordenador. Fallo en la medición de gases. Ósea lo mismo.
Lo resetearon y me dijeron lo mismo que le dijeron al dueño, era un fallo que no me dejaría tirado. La cuestión es que hasta el lunes no podían arreglármelo, pues tenían un montón de trabajo y estábamos a viernes a la mañana. Allí estaba una furgoneta de una empresa de construcción cuyos trabajadores no podían regresar a casa hasta que la arreglaran. De todos modos, a estas alturas, tras dos días hablando a cada rato, yo había cogido bastante confianza con el propietario del coche y mi desconfianza había desaparecido. El miedo estaba más fundado en que el coche me saliera rana, más que en una mala intención por su parte. Pues en muchas de sus actitudes me vi muy reflejado.
El coche tenía un historial impecable, los kilómetros eran reales y el libro de mantenimiento debidamente cumplimentado. Esta vez, como estaba perfectamente seco, procedió a bajar la capota y el mecanismo funcionó a la perfección. ¡Qué cambio! ¡Parecía otro coche!
Decidí que una vez reseteado, acabaríamos la transacción y entretanto veíamos si se volvía a encender. La mañana fue transcurriendo con normalidad, resolvimos el papeleo y el pago sin más problemas. El ahora expropietario me dijo que le enviase un informe del taller de Pontevedra y número de cuenta que él me abonaría la reparación.
A continuación, fuimos a tomarnos un café pues él había organizado la mañana para poder llevar las cosas con calma, aunque tenía que pasar por la oficina antes de comer. Para disfrutar del café, nos acercamos al casco histórico, para que lo conociese aunque fuese someramente. Esa zona de la ciudad es realmente interesante y bella y me dije que volvería a visitarla en una futura ocasión con más calma.
Al final, la mañana se pasó volando y cuando me fui ya pasaban de las 12:00. Sin más novedad, me despedí y me puse en ruta. Recorrí descapotado la ciudad, subiendo la capota antes de acceder a la autovía. El viaje de retorno comenzaba.
El día estaba despejado pero, las ráfagas de viento hacían que la conducción no fuese todo lo cómoda que sería deseable. De pronto, a los pocos kilómetros se enciende de nuevo el testigo de fallo motor. En fin, no me gusta nada conducir un coche con testigos encendidos, pero, al menos, sé de qué se trata. Así transcurrieron los primeros 80 kilómetros que pasaron con rapidez. Debido a la ilusión y a que todo lo que me rodeaba era nuevo.
De pronto, un pitido breve, miro al cuadro y dos luces más encendidas… las dos de color naranja también. Urge buscar una salida, que aún tarda en aparecer. Bajo el ritmo y acabo tomando la primera salida. Llamo al dueño pero el móvil que llevaba sustituyendo al mío (se había roto antes del viaje y me daba un montón de problemas de cobertura). Apenas se entendía nada, se corta la llamada…
Desisto, saco el manual de la guantera y busco… a ver… fallo sistema DSC “Uf vamos bien” fallo sensor de frenos “¡parece que el día se pone animado!”
Entonces, él logra contactar conmigo y a duras penas nos entendemos. Le digo que me vuelvo a Cáceres a ver si aún está el taller abierto o en todo caso si les puede avisar de que voy para allí. Que así no quiero seguir el viaje, sin estar seguro de lo que le pasa al coche y con el cuadro de mandos convertido en un árbol de navidad. Me dice que pase a recogerlo y vamos juntos.
Al final, me atienden nada más llegar. A lo tonto, me acabo de hacer 160 km. Resulta ser uno de los dos sensores de freno. Resetean todo de nuevo y lo acerco a él a un centro comercial donde le espera la mujer, que con todas las bromas ya ha salido del trabajo. Volvemos a despedirnos y salgo en dirección Galicia, el viaje discurre sin más problemas, se encenderían los testigos de DSC de nuevo pero ahora sabía lo que era. Velocidad legal y a devorar kilómetros amenizados por las ráfagas de viento.
A medio camino, el sueño me va empezando a pasar factura, así que decido aprovechar para repostar y comer algo, a ver si me despejo. Tras una breve parada, que me sirve para refrescarme un poco, reinicio la ruta de regreso a casa.
Capitulo.- 6 El sueño se hace realidadEl resto del viaje hasta Galicia transcurre sin más incidencias y cuando entro en ésta, al contrario de otras ocasiones, en vez de estar más cansado y quedarme los kilómetros más complicados de conducción, me sucede algo curioso, el trazado más sinuoso y el haberme acoplado al coche, hacen que empiece a disfrutar. Así como a mitad de viaje no veía la hora de llegar ahora no me apetece nada llegar tan pronto. ¡Curioso!
El coche se revela súper cómodo, en un par de puertos piso el acelerador brevemente y parece catapultarse hacia adelante. No se oyen ruidos extraños ni hay nada a nivel dinámico que haga que me preocupe. La dirección responde perfectamente a cualquier orden. El zeta es un coche (y en esto coincido con el anterior propietario) que curiosamente cuando llevas unos minutos al volante, parece que llevas conduciéndolo toda la vida, a pesar de esa posición de conducción tan baja y retrasada.
Finalmente, paso por Vigo, estoy a 30 kilómetros de casa y allí no hay nadie todavía, así que decido enseñárselo a uno de los amigos que me aconsejaban. Ve el coche y le gusta. Me dice: -“El coche es perfecto para ti, ¡te pega! Ahora a disfrutarlo”
Sin más, continúo hasta casa y llegan mis padres mientras le estoy enseñando el coche a mi novia.
A mi padre, que era el que más me preguntaba antes del viaje, le había dicho que iba a comprar un BMW pequeño… A ver, ¡grande no es!
Como a todo el mundo, lo que más le chocó a mi padre, fue ver el frontal “!qué largo es el morro!” y se imaginó que estaba proporcionado, con lo que, al ver esa especie de carlinga de dos plazas y la parte trasera exclamó:
- “¡Casi no tiene culo!”
Mi padre que no se caracteriza por fijarse en los coches demasiado, en éste se fijó en un montón de detalles, hasta comentó que le gustaban ¡las llantas! ¿Por qué cuento todo esto? Pues porque estos coches (los roadster) tienen la curiosa capacidad de llamar más la atención de lo que lo haría por ejemplo un Porsche Cayenne. Quizás se deba al hecho de que se trata de un coche capricho donde el número de plazas, el volumen del maletero o el tener un motor diésel no ocupa un primer plano. Como comentó acertadamente la expropietaria:
- “Estos coches los disfrutan dos: el que va dentro y el que lo ve desde afuera”.
Para ir acabando, diré que esa noche llevé a dar una vuelta a todos los de casa y que me bajé del coche ¡con ganas de más kilómetros! Posteriormente, llevé el coche a dos talleres distintos que corroboraron el diagnóstico y ahora, soy el orgulloso propietario de un sueño hecho realidad.
Ya ha pasado mes y medio desde entonces y he estado tan liado que no he podido hacer antes esta presentación. Pues, quería escribirla con calma y que de algún modo transmitiese bien el cómo se cumplió mi sueño. El foro también lo merecía, pues ha mantenido el sueño vivo durante años y me ha dado muchas horas de agradable lectura y visionado de espectaculares parajes y máquinas. Así que aquí está mi humilde granito de arena.
El coche cada vez que lo conduzco me alegra el día. Sin ir más lejos, la última vez que lo saqué, paré a dos kilómetros de casa para descapotar y le comenté a mi pareja,
-“¿El coche cambia totalmente a que si?”
-“Al que le cambia la cara es a ti, ¡tenías que verte!”
El motor 3.0 suena espectacular con un ligero petardeo cuando dejas de acelerar, nada macarra, algo sutil. Lo dicho, que estoy como un niño con zapatos nuevos y sé que todos entendéis esa sensación. La imaginaba así, pero imaginar no es sentir.
Gracias a todos por vuestro interés, especialmente a los que soportaron mis dudas y preguntas estoicamente. He descubierto aunque lo sospechaba que en este club hay personas extraordinarias. También quiero dar gracias al vendedor (del que no pongo su nombre para respetar su intimidad) por su honestidad, por ponerse en mi lugar, por el exquisito trato recibido y por demostrarme que aún queda gente de honor. Como ya le dije, le debo una visita con el Z4 para conocer mejor su tierra y que vea los mimos que recibe el Cetáceo.
¿FIN?