Capitulo 4.- ¿Era un tesoro o solo una quimera?
El reloj marcaba las 12:10 del mediodía cuando crucé el vestíbulo del hotel y me dirigí al recepcionista, que me confirmó la nefasta predicción meteorológica. “Diluvio las siguientes 48 horas”. Mentalmente apliqué un coeficiente de reducción a la gallega y en mi cabeza la predicción se quedó en “lluvias suaves esporádicas” suficiente para aguarme el plan de ver el coche en condiciones. Lo cierto es que durante el viaje hacia el sur, el cielo había ido poniéndose plomizo y por fin había descargado con fuertes aguaceros cuando faltaban aún 200 km para mi destino.
En el noroeste llevábamos unos días de sol radiante y cielo azul intenso, mientras en Cáceres llevaban un invierno poco común, donde la abundancia de lluvias era la protagonista. No era la climatología más deseable para ver en detalle un vehículo y menos un roadster, pero no había elección y las previsiones como dije eran iguales para el día siguiente. Pensando en ello subí a mi habitación y me instalé en una coqueta habitación del segundo piso decorada en un estilo clásico.
Me senté ante la mesa de escritorio y desplegué todos los papeles, documentos y apuntes que llevaba para organizarme. Repasé la lista que había confeccionado con los consejos de Antimach. En ella había consejos de todo tipo y se repetía una palabra clave: “¡si ves que no te plantea confianza, huye!” “¡si te dice de adelantar dinero, huye!”, “si no quiere hacerlo a través de gestoría, huye! “Si no quiere descapotarlo, huye!” etc ... en mi cabeza empezaba a fijarse un concepto claro, “¡huir a la menor señal de peligro!” me había equivocado al llevar zapatos, quizás unas zapatillas deportivas serían lo acertado!
La primera alarma ya se había disparado al decirme el vendedor el día anterior de hacer la compraventa nosotros mismos, sin ser a través de gestoría. ¡Debía huir! Pero, antes de colgar, el vendedor me dijo que si yo estaba más tranquilo lo hacíamos a través de gestoría pero no veía la necesidad. Me puse a recapacitar, ¿qué haría yo realmente si fuese mío el coche o si el pacto fuese entre caballeros?. La respuesta era hacerlo nosotros mismos. Sabía por el Land Rover que es un trámite sencillo y de todas formas la transferencia la tenía que hacer en mi comunidad de origen y el contrato de compraventa no tenía complicación. Así que eso no anulo mi viaje y allí estaba yo en la habitación del hotel, llamando al vendedor tal como había quedado con él. Intentando pensar que las cosas no se torcerían por no ir a través de una agencia.
Durante esa llamada se produjeron luces y sombras en el posible proceso de adquisición del vehículo. Me dió la grata sorpresa de que iba a poder ver el coche ese mismo día (en vez de esperar al viernes) pero tenía poco tiempo para que lo viéramos. Si me convencía, el día siguiente a primera hora firmábamos todo y él se iba al trabajo.
Todo parecía tan precipitado… ¡Alerta, alerta! ¡Huye, huye! El remate fué cuando le dije que quería descapotarlo y el contestó que no. Y yo pensando “como no voy a probar si la capota funciona en un descapotable” me explicó que estando empapada no se debe recoger. La sensación es difícil de describir, las contestaciones me llevaban a los peores temores pero, el trato personal (aunque fuese a través de teléfono), las explicaciones y porque no decirlo el feeling, me seguía llevando a no huir. De ser así, yo tampoco descapotaria. (Jotaeme me dijo que no era lo más recomendable estando empapada) El vendedor me preguntó que me preocupaba y le dije que parecía que todo tenía que ser a correr y me entendió perfectamente. En fin, yo ya estaba en Cáceres y solo tenía que ver el coche que por las abundantes fotos estaba impoluto. Era cuestión de no cegarse en ningún sentido y seguir los sabios consejos de los amigos que desde diversos campos me aconsejaban. Parecía que estaba comprando la Enterprise con la tripulación incluida de tanta gente que estaba implicada en el asunto.
Nos emplazamos en una céntrica plaza de la ciudad, después de comer y allí me fui, en el centro una rotonda de varios carriles estaba plagada de tráfico. Poco tardo en aparecer entre tanto coche anodino el inacabable y casi arrogante capo negro de un bólido con su cabina cubierta de lona, casi sobre las ruedas traseras. Como llamaba la atención el condenado. Me subo en él bajo una lluvia fina. Saludo al piloto y me dice que vamos a probarlo a un polígono en las afueras. Conduce él, el coche resulta estar igual de impecable y bien cuidado que en las fotos. Ausencia de ruidos, sonido bien, dinámicamente no podía extraer conclusiones pues a 120 por autovía poca conclusión se puede sacar. Por otro lado el conductor me había anunciado ya por teléfono que me llevaría una sorpresa que creía seria de mi agrado.
Finalmente aparcamos en una explanada del polígono y se dirige al maletero y me muestra la sorpresa. Dos fundas específicas para el coche con el logo de BMW. Una azul para interiores muy suave y otra gris para exteriores impermeable. Grata sorpresa!
Le digo las cosas que quiero revisar y hacemos como habíamos acordado en una segunda conversación por teléfono, vamos revisando la lista y comprobando cada cosa los dos. Ninguno es experto en mecánica así que vamos siguiendo las instrucciones de Antimach. Todo Ok.
Él se tiene que ir ya a trabajar, así que como llueve no descapotamos y a mí me queda esa espinita. Esta vez conduzco yo, hago una rápida incorporación a la autovía sin rebasar a velocidad legal. Va bien pero, claro, cómo no va a ir bien con 231 cv. El resto, a 120 km con lluvia así que no se pueden sacar muchas conclusiones. En la charla que mantenemos me aclara que le gustan los coches pero no la mecánica. Que está encantado con el coche y que lo único que no le gusta es que de vez en cuando se enciendan testigos!
- “¿cómo testigos?”
-“Si, tiene testigos para todo y a veces se enciende y tienes que llevarlo a resetear”.
Bueno está bien que me lo diga él, pero no es algo tranquilizador. Así, transcurridos unos minutos llegando a Cáceres, se enciende un testigo de fallo motor! No me lo puedo creer! Ya sabéis que sonaba en mi cabeza bajo consejo de Antimach …¡huyeeee!.
Para que me quede tranquilo retrasa su entrada al trabajo y vamos al taller para que me digan los que es. Allí le conectan la máquina y pueden ser dos cosas: bobinas (que dicen que ya se las comprobaron) o la sonda Lambda, cosa que me confirma Antimach después, sin adelantarle yo nada. La cuestión es que resetean el fallo y quedo con el vendedor para el día siguiente a primera hora. Durante toda la tarde estuve hablando con todos los amigos que me orientaban y alguna vez con el vendedor que ante mis dudas me dijo. “David no te sientas obligado, el coche está bien pero conmigo no tienes ningún compromiso”.
Como podéis imaginar esa noche tampoco concilié el sueño con normalidad.
Capítulo 5.- Las sorpresas no se habían acabado…