Mis impresiones de la Etapa 12Para situarnos, el mapa general de desarrollo de la Etapa, en la que de nuevo había mucha alta montaña, con dos grandes puertos: El Col Agnel, que con 2.744 m es tercero en altitud de toda la cadena alpina, y el agradable y sorprendente Col de L’Izoard.
Tas el día anterior con luces y sombras en lo meteorológico, amaneció una mañana realmente preciosa, y ésta era la imagen que divisábamos desde el pequeño hotel en el que habíamos pernoctado.
Un rato más tarde, tras la habitual sesión de retoque y detallado a los coches y tras haber disfrutando un buen desayuno estábamos enfrascados estudiando la ruta del día en un ambiente muy familiar, ya que éramos los únicos huéspedes del hotel.
Ya cuando nos preparábamos para salir, Jmben saludado con una sonrisa desde un balcón del hotel.
Un par de fotos con la dueña del hotelillo, Isabelle, que aparece en medio del grupo, y a quien públicamente doy las gracias porque la verdad es que nos trató como príncipes.
Y ya en los primeros kilómetros de la ruta.
Algo más tarde llegábamos al lago artificial de Serre Ponçon cuyas aguas tenían un inmaculado color azul.
En un mirador en el pueblo de Le Sauze du Lac.
Y como el viaje hay que disfrutarlo y saborearlo, nunca mejor dicho, una parada refrigerio en el pueblo de Savines Le Lac.
Y yo sin enterarme de que Zcuatro intentaba atentar contra mi integridad física…
Venga! ruteando que es gerundio, en dirección esta vez a la fortaleza de Mont Dauphin, una ciudadela defensiva medieval situada en un estratégico corredor alpino entre montañas.
Franqueando las murallas para entrar en el Mont Dauphin.
En el interior de la ciudadela además de las instalaciones militares defensivas hay un pueblo perfectamente conservado.
De nuevo a la ruta.
Algo más adelante tenemos frente a nosotros una imagen recordada para los
“transalpinos de 2012”: Château Queyras….y es que acabamos de entrar en la comarca del Queyras, una de las más recónditas y apartadas de los Alpes franceses.
Vamos a dirigirnos ahora al coloso del Queyras: el Col Agnel, con más de 2.700 m de altitud
Pero a media subida del puerto decidimos buscar un lugar apropiado para nuestro picnic, y ¡vaya si lo encontramos!, buena mesa, buenas vistas, y hasta animación musical permanente con los silbidos de las marmotas.
Y por ahí andamos…
Las vistas que disfrutábamos en el picnic eran espléndidas y al fondo se divisaban los “cuatromiles” del Parc National des Écrins.
Y tras el picnic afrontamos la última parte de la subida al Agnel.
Ya arriba, maravillosas vistas en un día de gran luminosidad, perfecta temperatura y ni un soplo de brisa. Jmaben señalando la carretera por la que acabamos de ascender.
Contrastes espléndidos y naturaleza en estado puro.
Miguelvet y Zcuatro, con un pie en Francia y otro en Italia.
Más fotos junto a la mesa de orientación disfrutando del momento.
Afrontamos luego un tramo de ida y vuelta por la vertiente italiana del puerto, dado que la jornada luminosa y el trazado de la carretera lo hacía apetecible; mientras
que en la parte francesa el valle estaba totalmente despejado, en la parte italiana las nubes bajas se movían y jugaban con el paisaje.
Y continuamos la ruta, coincidiendo en un tramo con un Z3 franchute.
Afrontamos más tarde la ruta del Col de Izoard, de curiosos contrastes por la erosión de los paisajes de atraviesa. Unas fotos ruteando por la carretera de este puerto.
Y ya estamos arriba, frente a un monumento que conmemora la construcción y apertura de esta ruta alpina.
La última imagen de esta etapa, en el descenso hacia la localidad de Briançon, en cuya fortaleza histórica nos dimos un paseo y realizamos algunas compras.
Finalizamos la ruta de la etapa ruteando por el alto valle de la Clarée hasta llegar a la aldea de Névache; allí pasamos la noche en un pequeño chalet alpino al que
resultaba imposible acceder con los coches, que hubimos de dejar aparcados un centenar de metros más abajo.
Tras la cena y antes de meterme en la cama salí al exterior, la noche estaba preciosa y sobre un fondo de cielo estrellado se recortaban las cumbres que rodeaban aquel valle perdido de los Alpes; se respiraba un ambiente de extraordinaria paz y tranquilidad.
Continuará...