Un grupo de buenos amigos han tenido de iniciativa de acercarse a tierras gallegas para hacer lo que hemos convenido en llamar
“Bautizo de Piolín”, el Boxter amarillo que los que frecuentáis el foro ya sabéis que es desde hace unas semanas mi nuevo compañero de aventuras roadsteras.
Antes de nada quiero expresar mi gratitud a Miguelvet y a su chica Marian, a Jmaben y su chica Gema, y a Homecanya y su chica Anna, que son los valientes que el pasado fin de semana se acercaron a Galicia, desde Madrid, Segovia y Mataró respectivamente, desafiando el mal tiempo y a la generosa lluvia anunciada y que corfirmando la previsión hizo acto de presencia
, sin que desde luego restase un ápice al buen humor que reinó en este encuentro
, ni nos impidiese restar un ni solo kilómetro a la ruta que yo había preparado para tan digna ocasión
. Mención especial para Homecanya y Anna que para venir al “bautizo” se atravesaron la península de Este a Oeste
.
Llovió algo, cierto, pero ¿acaso puede existir un buen bautizo sin agua?
. Y además el agua caía directamente del cielo, así que podemos decir que las fuerzas divinas quisieron también colaborar con el evento
.
Bueno y ya sin más rollo unas fotos aderezadas con algún comentario.
Había convenido en verme cerca de Ponferrada el sábado a media mañana con los segovianos y catalanes (estos últimos habían salido el viernes después de comer haciendo noche de camino), en tanto que Miguel y Marian se incorporaban a media tarde del sábado.
Yo salí de casa hacia las 9:30h con un cielo amenazador, pero pude hacer casi toda la ruta sin lluvia. Aquí una foto atravesando los viaductos de la A-6, todavía en Galicia pero acercándome ya a tierras leonesas. Perdón por el reflejo que sale en la foto, causa de haber sacado la misma tras el cristal del parabrisas.
Algo más tarde llegaba al punto de encuentro en el que me encontré a unos muy sonrientes Jmaben y Gema saludándome ya a lo lejos con las manos alzadas. Con la emoción del momento nos pusimos a charlar y la verdad que no hice ninguna foto, ¡gran fallo!, si hice un par de ellas un rato después cuando llegaron Homecanya y Anna, que quisieron subirse a lomos de Piolín, y la verdad es que me parece que no les queda mal del todo jejeje.
Tras un buen rato de conversación contándonos mil y una cosas pusimos rumbo al bonito pueblo de O Cebreiro, situado a 1.300 mts. de altitud, en la frontera entre León y Galicia, para lo que seguimos la carretera N-VI en su viejo trazado, mucho más atractivo para rutear que la actual autovía. Lástima que arriba estaba lloviznando, pero ningún problema en esta excursión en la que nos habíamos propuesto como lema el de
“a mal tiempo buena cara”, y en la
enxebre y acogedora
“Venta Celta” nos degustamos un menú típico de la tierra: cuncas de caldo galego, pulpo á feira con cachelos, y queso del Cebreiro con membrillo. Unas fotillos tomadas justo antes de comer.
Ya después de comer retornamos al Bierzo, bajando esta vez por la autovía, para encontrarnos con Migelvet y Marian que subían desde Madrid, e hicimos tiempo de espera paseando por el viejo monasterio de Carracedo.
El lema del día en el paraguas de Gema….
Paseando por el Monasterio de Carracedo, aquí en la escalera de la Reina
Como puede verse, salvo la llovizna que pillamos en lo alto del Cebreiro, la tarde nos estaba respetando y además la temperatura era agradable.
Ya con Miguel en el grupo nos dirigimos a las Médulas (minas de oro de los romanos, de impresionante estructura). Aquí una foto de los coches en el parking de las Médulas; desde allí hay un paseo de unos diez minutos hasta el mirador de Orellán, desde el cual se disfruta de excelentes vistas sobre la antigua explotación de la mina de oro. Como podéis ver, Homecanya y Anna se habían traído esta vez su
blanquito silencioso dadas las características de su viaje y particular maratón atravesando la península.
Desde allí pusimos rumbo al hotel “Palacio de Canedo”, una pintoresca instalación hostelera con un peculiar propietario: el Sr. Prada (también conocido por "Prada a tope"), que nos saludó al llegar y con el que estuvimos charlando un ratillo. Aquí Miguel haciendo el check-in y Jmaben mostrándonos la curiosa sala en la que se ubica la recepción del hotel.
Como digo, curiosa sala desde luego….
Por ahí anda quien suscribe, muy bien acompañado por cierto
En todas las habitaciones había una botella de vino ecológico de la cosecha del Palacio de Canedo, cortesía del hotel, de modo que decidimos llevarnos unas botellas y copas a la habitación de Javier (Homencaya) y Anna para hacer allí un brindis-aperitivo antes de la cena. Aquí unas fotos y como se ve, elegancia por doquier...
Quedaros con la que más os guste. Fue un rato ¡genial! y además me encontré con la grata sorpresa de que en medio del brindis me regalan un precioso
“Piolín” de peluche en amarillo y azul como el Boxster…
Ya cenando algo más tarde
Y a dormir, que había ruta al día siguiente y no poca, dado que teníamos una etapa de 230 kilómetros por delante, prácticamente en su totalidad por
“carreteras Imaracing” (dícese de aquella carretera pequeña, ratonera y revirada en la que, en algunos tramos, al cruzar caben dos coches uno por el asfalto y el otro yéndose por el terraplén….
).
La meteo al día siguiente no era segura y daban lluvia en las primeras horas, pero calma más tarde, y así fue en efecto, de modo que por fortuna solamente nos llovió en la primera parte de la ruta. Éste era el aspecto del día por la mañana con los coches en el parking del hotel.
La imagen siguiente justo cuando ya íbamos a pillar los coches.
Y aquí estamos saliendo del hotel a través de la finca del mismo.
Las siguientes imágenes, tras unos 70 kms de ruta, paseando por el pueblo de Samos al borde del río Sarria
Frente al hermoso monasterio de Samos, pequeña joya monacal del medievo, y siempre de buen humor!
Desde Samos pusimos rumbo a la apartada sierra del Caurel, que tiene uno de los pasisajes más agrestes de Galicia. En las siguientes fotos andamos por la zona de los montes de Lóuzara, contiguos justamente al Caurel.
Ya en el Caurel, una cascada al pie de la montaña de Pena Redonda.
En el pueblo de Seceda, uno de las pequeñas localidades perdidas en medio de la sierra del Caurel sumida en medio del característico paisaje de la zona.
Desde el mismo sitio que he sacado la foto anterior me giro 90º y esta es la imagen que sale, con una de las típicas “carretera Imaracing” por las que ruteamos en gran parte de la etapa.
Otra foto de Seceda, tirando de zoom.
Y ahora unas fotillos que, sin necesidad de comentarios, dedico a estos buenos amigos.
Continuamos la ruta con curvas, valles, montañas y muchas curvas, pasamos por el alto del Couto, al lado de reserva natural de la Devesa de Rogueira y al pie del pico Formigueiros, la mayor altitud de la sierra con algo más de 1.600 mts. y poco a poco llegamos al pueblo de A Seara, en el hicimos la comida en un mesón típico, uno de los poquísimos sitios en los que se puede comer en esta apartada sierra. Ahí están Miguel, Marian y Jmaben con el pueblo al fondo.
Otra foto del pueblo de A Seara
Después de comer nos dimos un agradable paseíto por el pueblo, que atraviesa un río con pequeñas cascadas. Unas fotitos
Vista del
“blanquito silencioso” de Homecanya y Anna, a lo lejos y tirando de zoom
Seguimos paseando por A Seara en medio de espectaculares colores otoñales.
Pero que bien nos lo estamos pasando….
En un viaje como éste no podía faltar este personaje…
Y como había que bajar la comida, hicimos un par de pequeñas rutas senderistas hasta las cascadas de Fócaro y de Vieiros, aquí la imagen siguiendo el camino
Javi parece decirles a los que vienen detrás que se dejen de tanta parsimonia hay que espabilar, que se nos hace de noche…
Y más dosis senderista en medio de tonos otoñales.
Mi última foto en la cascada de Vieiros, que nada dice a lo que la cascada es en sí, pero algo es algo.
Desde aquí nos quedaba algo más de una hora al punto de despedida en la Autovía A-6, en el mismo punto en el que el día anterior había sido el de encuentro.
Risas, besos, abrazos, y la satisfacción por haber compartido dos jornadas que para mí han sido especialmente gratificantes y emotivas.
Y nada más, colorín colorado, mi relato se ha acabado!