Etapa 5. Salers – LaqueuilleComenzaba la Etapa 5 del Tour. Una etapa agridulce para todos los participantes; para los que ese día dejaban el Tour para retornar a casa por motivos personales o familiares que les impedían continuar -algo que ya sabían cuando se inscribieron en la aventura, lo que no evitaba, llegado el momento, una sensación de cierta tristeza y melancolía-, y etapa también agridulce para los que continuábamos el Tour, a quienes nos invadía una sensación parecida pero por un motivo distinto: el tener que decir adiós a un grupo de grandes compañeros de ruta, convertidos ya en auténticos amigos.
Mi primera foto del día, desayunando en el hotel , reflejaba un poco en las caras que la felicidad, contrariamente a la de días pasados, ya no era completa…

Pero había que sobreponerse ¡que caray! ver el vaso medio lleno y no medio vacío, y pensar que habíamos tenido la oportunidad de disfrutar juntos de cuatro etapas estupendas en las que habíamos ruteado, reído, bromeado, en suma, habíamos disfrutado juntos en un ambiente sano y de camaradería. De modo que tocaba poner delante de los ojos el cristal de ver la vida en positivo, y nuestro grupo de 13 –que se demostró un buen número- tratamos de seguir disfrutando de la mejor manera posible de los últimos momentos del Tour en los que estaríamos todos juntos. La foto en el salón del hotel “La Maronne” un momento antes de salir.

Habíamos tenido cuatro días de espléndida meteo, y hasta el tiempo perdió el buen humor en esta mañana en la que amanecimos en un valle de la verde Auvernia. Había llovido durante la noche, el día estaba tristón a primera hora y el cielo lucía encapotado y gris. Aunque la visita al pueblo de Salers estaba prevista para la tarde anterior, un cambio de planificación de la cuarta etapa motivó el que decidiéramos realizar esa visita a primera hora de la mañana de esta quinta etapa. En ruta pues hacia el pueblo, que quedaba a muy pocos kilómetros del hotel.

Salers es un pueblo pintoresco y nos gustaron sus callejuelas y edificios con cierto aire de cuento de hadas. Nos dimos un largo paseo, compramos algunos recuerdos y nos tomamos un café en una terraza. Unas fotos paseando por Salers.



Y llegó el momento de la despedida de una parte del grupo y ahí está mi última foto de este Tour en la que estamos en la emblemática plaza Tyssandier d’Escous en el corazón de Salers. Quien sabe si ésta no será la última vez que juntos volvamos a estar en Salers pero ya sin ese puntito de amargura de la despedida que esta vez nos tocó digerir.

A partir de este momento el grupo de roadsters se limitaba a 5 en lugar de los 8 que habían iniciado el Tour. Pusimos rumbo norte y nos dirigimos hacia el castillo de Auzers por una pequeña y revirada carretera tratando de recuperar cuanto antes el buen tono del Tour tras el bajón de la despedida de Imaracing, Marimar, Gabi, Anita, Homecanya y Anna que acabábamos de afrontar una hora antes. Nuestros compañeros que bajaban hacia España nos contaron luego que ese día pillaron un día mediocre y con lloviznas, sin embargo en nuestra ruta hacia el Norte el día había mejorado ostensiblemente y el sol nos acompañó ya a lo largo de la jornada. La foto en ruta con el grupo ya reducido a cinco coches. El panel de la excelente señalización francesa con la que se llega al último rincón del país no engaña: por la derecha D-22 hacia el castillo de Auzers.

Un rato más tarde llegábamos a este pequeño castillo, que en realidad es una residencia privada pero que está abierto a las visitas. Tuvimos la suerte de poder hacer una visita exclusiva para nosotros gracias a una simpática señora que forma parte del personal de mantenimiento y que además nos ofreció meter los coches dentro del mismo jardín del castillo!!! No nos lo pensamos dos veces, y ahí tenemos un par de fotos con ambiente relax en el jardín.


Y una foto en el que ya damos la imagen de las personas serias que se nos supone… tanto ésta como las dos fotos anteriores nos las hizo la indicada señora que nos enseñó el castillo.

La visita al "château" fue una buena experiencia personal en la que algunos se sintieron transportados directamente al Medievo, y si no véanse las fotos siguientes…..sin comentarios





Tras la visita al interior del “château” dimos todavía un paseo por el jardín, muy chulo y cuidado. Se aprecian en la foto los roadys pequeñitos al fondo a la derecha.

¡Pero que guapos y bien plantados quedan el grupo de Tourer@s en este ambiente selecto y cortesano…!

Continuamos ruteando por Auvernia y la ruta nos llevó a montar el picnic al borde del lago Chauvet....¡otra vez un picnic al borde del agua y van tres días seguidos…! Ambiente muy relajante, silencio general ambientado por cencerros lejanos y una temperatura perfecta…”un plaisir”

En realidad el ambiente era tan relajante que Ángel tomó rápidamente la posición horizontal para disfrutar de una siesta enfundado en su, ya mítica, gorra adquirida en el año 2008 en el Paso Stelvio. Al fondo a lo lejos y la izquierda de la foto se aprecian puntitos de color ocre. Son vacas que pastaban plácidamente y que proporcionaban el sonido ambiental de cencerros de fondo. Muy relajante!


Aquí le tenemos en una foto más convencional a bordo de su querido “Stratusgrau”

Nuevo tramo de ruta para llegar a otro lago, uno de los más emblemáticos, sino el que más, de Auvernia: el lago Pavin, que con una profundidad cercana a los 90 metros ocupa un cráter de origen volcánico. Estamos en un mirador sobre uno de los rebordes superiores del cráter.

Y otra foto en el lago Pavin, esta vez tomada abajo, al mismo nivel del lago.

Desde el punto de vista roadstero, una de las carreteras más interesantes de Auvernia es la ruta del Col de la Croix St. Robert en la que se desarrolla todos los años una conocida carrera en cuesta. No es un puerto de recorrido largo, pero el trazado, el asfalto, el paisaje de verdes praderas por el que discurre la carretera hacen que rutear por allí sea un placer, y me consta que es un tramo en el que algunos pueden “envenenarse” con facilidad... Inevitablemente cuando hacíamos la ruta de este puerto nos vinieron a la mente los compañeros que nos habían dejado por la mañana al inicio de la etapa.
La foto siguiente tomada en lo alto del puerto.

Por cierto, da la casualidad de que justamente dos semanas antes de pasar nosotros por allí acababa de celebrarse la subida en cuesta anual al Col de la Croix Saint Robert.
Como curiosidad ahí tenéis un vídeo en el que se ven algunos tramos de la carrera de este año, por la misma carretera por la que ascendimos nosotros dos semanas más tarde.
La visita a Salers que habíamos hecho a primera hora de la mañana –que no estaba prevista en la etapa- provocó el desplazamiento de todo el horario de la etapa, lo que a su vez motivó que en la última parte de la misma no llegásemos a tiempo para tomar el teleférico que asciende al Puy de Sancy, la mayor altitud de Auvernia, de modo que hubimos de conformarnos por dar un paseo al pie en la zona de la estación inferior del teleférico; allí tomé estas fotos que muestran una vez más esa “extraña relación” de amor/odio que se profesan Zcuatro y Miguelvet…


En la última parte de la etapa atravesamos las elegantes estaciones termales de Le Mont Dore y La Bourbule –me olvidé de la cámara y no tengo fotos- y abordamos los últimos kilómetros para aterrizar en un pequeño hotel rural en plena campiña instalado en un edificio de finales del siglo XIX que en tiempos acogía un orfanato, y ahí lo tenemos en una foto sacada desde el ramal que desviándose de la carretera principal nos condujo hasta el hotel.

Si Anna y Anita hubiesen estado en este final de etapa, al llegar a este hotelito seguramente habrían empezado a pensar en fantasmas, pero en realidad allí no había ningún fantasma sino una agradable señora propietaria que nos acogió con simpatía, nos ofreció una cena con un menú típico de Auvernia en un comedor que disfrutamos en exclusiva para nuestro grupo, y nos recomendó una ruta a pié para estirar las piernas después de cenar.
Tras la cena nos dimos un paseo de casi una hora por la campiña que rodeaba al hotel bajo un cielo limpio y estrellado, la vía láctea lucía espléndida y empezamos a tratar de localizar estrellas y constelaciones….fue uno de esos muchos buenos momentos que siempre están garantizados cuando se hace un Tour de muchos días. Era cerca ya de la medianoche cuando nos fuimos a dormir con la ilusión de que al día siguiente había más Tour y teníamos nuevas aventuras por vivir.