Hará mas o menos mes y medio me sucedio una cosa digna de anuncio, cada vez que lo pienso me troncho de risa.
Era sábado por la tarde, sobre las 17h, yo ya había terminado de limpiar el coche en un polígono a las afueras donde tengo una nave. El coche lo limpio fuera, aprovechando que los sabados (y domingos) está vacío porque las empresas de alrededor no abren. Termino de limpiar el coche (a mano, of course), una vez seco lo entro de culo en el almacen, dejando la enorme puerta abierta, mientras yo procedí a estirar la mangera a tope antes de recogerla, asi que fui caminando 30m arriba con la manguera y al final de esta me puse a enjuagar los cubos de agua, cepillo y guante de lavado.
Mientras estaba en ello, veo que entra un reluciente Bmw Serie 5, de un color dorado que con el alo de luz de esas horas se veía precioso. Yo, con chandal, medio mojado y "con las manos en la masa" me quedo mirandolo a su paso. El coche iba muy muy despacio hacia el fondo del vacío polígono. El conductor, un hombre de unos 50años, obeso, entrajado, con barba y con un puro en la boca, ventanilla bajada, y el brazo apoyado en el marco de la puerta, me miró con cara de "te gusta, eh?" esbozando una ligera sonrisa. Mi cara no cambio, fué la misma, un rostro serio observando el reluciente coche y precioso color que brillaba. En esto que el hombre, despues de mirarme con cierto amago de "superioridad" se queda mirando lo que hago. Todo esto sin frenar la marcha, pues iba muy despacio, a unos 5 o 10kmh, baja la mirada hacia los cubos que estoy enjuagando y a medida que se aleja de mi, se va acercando al fondo del poligono y con ello a la puerta de mi nave, mientras va siguiendo con la mirada la manguera que tenía desplegada, hasta que poco a poco llega a la puerta del almacén, desde donde sale la manguera.
Una vez alli vió el objeto de culto
que había acabado de limpiar aquel chaval, frenó y detuvo el coche. Y casi de forma descarada asoma media cabeza por la ventana para mirarme de nuevo, como si no se terminarse de creer el vehiculo que ha visto y que presuponía que había recién lavado. Su cara, en ese momento no denotaba la "superioridad" y la pícara sonrisa de antes, sino más bien lo contrario. Paradójicamente en este punto se intercambiaron los papeles. En ese momento era él, el que me miraba con cara normal y de asombro, y al girarse se encontro al mismo chaval que, mientras se secaba las manos, le devolvía la misma mirada picaresca de leve sonrisa en los labios que había recibido momentos antes.
Fué digno de anuncio.