Bueno, por mis comentarios espero que no hayas llegado a esa conclusión, porque también los empresarios son causantes de no llegar ahí (en mi experiencia en el tema).
El gran problema que hay en las relaciones laborales en nuestro país es que están asentadas sobre una visión que asume que empresa y trabajadores tienen intereses contrapuestos en dichas relaciones. Me refiero ahora específicamente a las relaciones laborales, no a la relación cotidiana entre empresarios y trabajadores. Esa visión es fácilmente "rastreable" por ejemplo en la regulación de la negociación colectiva. Como decía un profesor que tuve, pondré un ejemplo para mayor confusión
Como todos sabemos, dentro de las fuentes del Derecho del Trabajo tenemos los convenios colectivos, como un tipo de fuente que surge directamente de los actores de tal derecho. Dentro de los convenios colectivos, los hay estatutarios y extraestatutarios.
Los primeros se llaman así por negociarse y aprobarse siguiendo el procedimiento establecido en el Estatuto de los Trabajadores. En dicho procedimiento se establece entre otras cosas que las representaciones de trabajadores y empresarios del ámbito del convenio deben suponer la mayoría absoluta de ambos colectivos (un 50,000000000000001% ya es una mayoría absoluta). Además se establece que para ser aprobados, deben ser aprobados por al menos el 60% de cada una de las representaciones.
Los convenios extraestatutarios no cumplen esos requisitos.
A los convenios colectivos estatutarios se les atribuye eficacia "erga omnes", concepto jurídico que significa "sobre todos" y que implica que una vez aprobados despliegan sus efectos sobre todos los incluidos en su ámbito (los extraestatutarios en cambio sólo lo hacen sobre las partes suscritas al convenio, bien por haberlo aprobado, bien por haberse adherido a él a posteriori). Lo anterior supone que, en los convenios colectivos estatutarios basta con un 30% de respaldo (50% X 60%) para que vinculen y desplieguen todos sus efectos sobre el 100% de las empresas incluidas en el ámbito que regula.
Fuera de consideraciones sobre si es justo o no, lo que podemos ver ahí (y lo que se interpreta siempre por parte de los estudiosos de estos temas) es una voluntad del legislador por motivar a unirse a la negociación ("no me voy a quedar fuera porque luego van a aprobarlo sin tenerme en cuenta y voy a tener que pringar con lo que me digan" - esta frase no es de ningún estudioso, es mía
) y por motivar a llegar a acuerdos (normalmente de la manera que sea). Es decir, en un sentido negativo ("hay que estar ahí para evitar que aprueben algo que me perjudique") y no en uno positivo o constructivo.
Aquí es donde viene la constatación de lo que decía arriba. Lo que hay por debajo de esa "voluntad" por parte del legislador es una visión de ambas partes como enfrentadas y normalmente irreconciliables en sus intereses, de modo que hay que disponer las cosas para que quieran llegar a acuerdos (porque no participar en el acuerdo puede ser peor), pero no en sentido constructivo (porque participar en el acuerdo pueda ser mejor; son cosas que parecen lo mismo, pero no lo son ni mucho menos).
Esto además termina convirtiendo la negociación en un toma y daca y en un juego de suma cero, lo que separa y enfrenta más a las partes para la siguiente. Ambas consecuencias las conocemos todos los que hemos trabajado negociando; sabemos que eso ocurre cuando no se negocia "de buena fe", es decir, en positivo, por parte de ambas partes.
Se me ocurren muchos más ejemplos de lo mismo, pero ya es suficiente tocho por hoy