Nunca he tenido un reloj analógico. Pertenezco a esa generación que creció con los Casio de correa de plástico. Para cuando empecé a ver atractivo un reloj analógico, el móvil ya había entrado en nuestras vidas, convirtiendo a esa cinta en la mano un complemento de moda más que el objeto útil que en su día había sido.
Y sin embargo, no concibo un coche con un tablero totalmente digital. Las agujas pueden no ser la mejor forma de mostrarnos la velocidad y las revoluciones. Es posible que ni siquiera necesitemos saber las revoluciones. Pero muchos de nosotros sabemos que la pasión por el coche va más allá de la utilidad.
Incluso somos conservadores con los cambios automáticos. Ya sé que no puedo cambiar más rápido que una caja de doble embrague. Ya sé que si los extraterrestres llegasen hoy a la Tierra lo primero que nos preguntarían es por qué debemos pisar un pedal y mover una palanca. Y no sería sencillo explicárselo.
Veo en una revista un anuncio de un reloj. Dicen que es el reloj analógico más preciso del mundo, capaz de medir centésimas de segundo. Mi Casio también podía, he pensado. Entonces me he asustado. He comprendido lo que posiblemente sientan las generaciones que en unos años se comprarán su primer coche, que hayan visto tableros digitales en todas partes y que les resulte complicado concebir por qué en la segunda década de este milenio seguimos a vueltas con agujas y palancas.
¿Dónde está el límite entre conservar la tradición y adaptarse?
Es complicado definir cuál es el punto adecuado. La mayoría de los fabricantes intentan encontrar ese equilibrio, a veces difícil. El ejemplo más claro, el tablero del Mercedes Clase S. Una esfera y una aguja, como toda la vida, pero dibujadas sobre un panel LED. La mayoría mantiene las figuras clásicas incorporando pantallas a color.
Otros van más allá, implantando lo digital quizás demasiado pronto. ¿Quién no recuerda ese velocímetro futurista del Fiat Tipo? Por contra, también hay talibanes de lo clásico, como Bentley o Rolls-Royce, cuyos interiores siguen siendo madera y aluminio en formato vertical.
Por el momento, los primeros coches eléctricos mantienen formas clásicas en su instrumentación, pero con más peso de la electrónica. ¿Significarán un punto de inflexión? No será de un día para otro, pero quizás en unos años nos preguntemos “Qué mató el coche eléctrico”. Con todo, no debemos tener miedo. Siempre hemos asociado el automóvil a evolución tecnológica y progreso, y sería ingenuo pensar que nos ha tocado vivir una época especial. Con mucha calma y buen criterio, muchos coches adoptarán fórmulas más innovadoras para mostrar su instrumentación. Y a la vez seguirá habiendo hueco para los que buscamos esa sensación más clásica. Y ambos nos daremos cuenta que cualquier tiempo pasado fue, simplemente, pasado.
http://www.diariomotor.com/2011/04/26/analogico-vs-digital-lo-moderno-frente-a-la-tradicion/