El monopolio de las matrículas de aluminio es ya historia. El pasado 21 de febrero, un empresario cántabro, Miguel Ibáñez, logró que el Ministerio de Industria homologara sus placas de material acrílico luego de un periplo administrativo y jurídico que le ha llevado a batallar más de dos décadas.
Ahora, cualquier conductor podrá elegir entre las tradicionales chapas y las recién nacidas (en España, porque en Europa ya se utilizan desde hace años) Ecomatrículas, «más ecológicas, cien por cien reciclables y las únicas que cumplen con todas las normas de Seguridad Vial», explica Ibáñez.
¿El precio? Similar al de sus competidoras, pero con una salvedad: «Son las únicas placas del mercado que proporcionan tres años de garantía, que no se deforman y que, sobre todo, no tiene cantos vivos».
El empresario Miguel Ibáñez con la ecomatrícula. (Foto: Bruno Moreno)
Señala sin ambages los filos que bordean las matriculas de aluminio, esa «agresividad» como lo define el empresario cántabro, que le hizo, hace más de 20 años, esbozar una idea que hoy, al fin, es una realidad. «Yo practicaba trial y me di cuenta de que las placas suponían un riesgo añadido en caídas. Cuando analizas la seguridad vial, además, sorprende el peligro que generan las chapas de aluminio tanto en peatones como en ciclistas», añade Ibáñez, mostrando el flamante Certificado de Equivalencia de Homologación.
Obtener ese escueto documento, de un par de folios, es el que le ha supuesto transitar una odisea burocrática salvada por la actuación de la Comisión Europea de la Dirección General de Empresa e Industria.
Porque una vez descubrió que su vellocino de oro, esa placa que no generara problemas a la Seguridad Vial, ya se fabricaba en otros países de Europa (caso del Reino Unido, Francia o Portugal), intentó homologarla en España, pero se encontró de bruces con el Ministerio de Industria.
Una y otra vez, de forma cíclica «y desesperante», se topaba con negativas. Con asteriscos que dilataban su embrión empresarial sine die. «En tres ocasiones llegaron a decirme que el proyecto ministerial para la homologación de estas placas iba a ser enviado al Boletín Oficial del Estado y que, hasta esa publicación, no se podía hacer nada. Pero nunca se enviaba. Ni en 2004, ni en 2005, ni en 2006».
Pero llegó agosto de ese 2006 y Miguel Ibáñez eleva su causa a Bruselas. Atendiendo a la Directiva 34 de 1998 sobre armonización de la legislación de los estados miembros. De forma escueta, viene a decir que cualquier producto homologado en un país de la UE (salvo los que atañen a seguridad nacional) podrá recibir el certificado en otro estado siempre y cuando se vaya de la mano de un socio empresarial con homologación. E Ibáñez lo tenía: la británica Hills, la primera fabricante mundial de este tipo de matrículas.
Sin embargo, sigue recibiendo largas y negativas desde España, hasta que la Comisión Europea dictamina, de forma definitiva, que Industria está actuando contra el derecho comunitario y apercibe al Ministerio, instándole a sellar ese documento. Con el membrete oficial, podrá asistir la próxima semana a Ifema, con un stand promocional en la feria Motortec Automechanika Iberica. «La idea es franquiciar el negocio y firmar acuerdos directamente con concesionarios», revela Ibáñez. Dos marcas ya han dado el sí. «Después vendrán muchas más». Ahora ya hay un sello en el papel.
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Lo que si que he leido es que sólo están homologadas las que llevan la numeración
TPPR 2015, las primeras
TPPR 5XXX por lo visto no lo están.