En 1988 muere Enzo Ferrari después de una vida plena. Al llegar llegar al Cielo, Dios se encargó personalmente de enseñarle el lugar hasta que llegaron a una pequeña y modesta casa con una pequeña bandera de Ferrari en la ventana.
"Esta casa es tuya Enzo, por toda la eternidad. Esto es muy especial, no todos tienen una casa aquí arriba!", le dijo Dios.
Enzo se sintió realmente especial y caminó hacia su casa. En su camino hacia el porche vió otra casa a la vuelta de la esquina. Era una mansión enorme con una acera de fibra de carbono, un mástil de 50 metros de altura con una enorme bandera de Porsche y, en cada ventana, un escudo de armas de la automotriz de Stuttgart.
Enzo entonces notablemente molesto miró a Dios y le cuestionó, "Dios, no estoy tratando de ser desagradecido pero tengo una pregunta; habiendo yo sido un buen fabricante, mis coches ganaron garreras en Le Mans y en F1. ¿Por qué Ferdinand Porsche tiene una casa mejor que la mía?
Dios sonrió y le dijo, "Enzo, esta no es la casa de Ferdinand, es la mía."