Que un minúsculo fabricante de deportivos de la zona del West Country sea capaz de capear la recesión es algo extraordinario. Que haya construido algo que que esté al nivel de prestaciones de la flor y nata los superdeportivos actuales es algo casi increíble.
Cuando le dices a alguien las tres palabras "Ariel","Atom" y "V8", las tres palabras con las que te responden son "Oh", "Dios" y "Mío". Y con razón. Tenemos coche que pesa un poco más de media tonelada y le hemos añadido 500 cv. Eso son casi 1.000cv/tonelada o lo que es lo mismo, el doble que un Bugatti Veyron. En términos de prestaciones puras, en cualquier superficie y en cualquier marcha, este es seguramente el coche más rápido sobre la faz de la Tierra. Y nos han dejado dar una vuelta con él antes que cualquier otra persona fuera de la fábrica.
Así que, os preguntaréis, es, estrictamente hablando, una buena idea? El Atom 500 está homologado para la calle, pero está muy orientado al circuito, tanto por las relaciones de cambio de su caja Sadev secuencial de seis velocidades y esa relación irreal de peso/potencia. Su V8 ultraligero y compacto construido utilizando dos motores de Suzuki Hayabusa sube por encima de las 10.000 rpm. En ese punto, lleves casco o no, el horizonte se volverá una mancha borrosa y lo único que van a oír tus orejas será un grito escalofriante.
Nos hemos llevado el Atom a Módena, la casa del superdepotivo moderno, el sitio de dónde provienen las creaciones de Ferrari, Pagani, Lamborghini y Ducati. Las soleadas colinas de por aquí están constantemente agitadas con una locura de motor central de coches siendo probados antes de entregarse a sus clientes de todo el mundo, y con prototipos de alto secreto llevados al límite de su rendimiento. Si hay algún sitio en el mundo dónde puede pertenecer un Atom V8 (y no estamos seguros de que exista), es probablemente este.
A una hora intempestiva, en un polvoriento arcén de un tramo revirado, el Atom es bajado lentamente de la parte de atrás del remolque rojo de la gente de Ariel. Lo primero que aparece es el alerón delantero, tipo F1 y hecho completamente en carbono, va tan pegado al suelo que casi tenemos que limpiar la gravilla del suelo para no rascarlo. Lo sigue el famoso morro del Atom, para luego vislumbrar ese singular chasis tubular, esta vez acabado en dorado. Complementado con unas llantas doradas de cinco brazos, separadas por unos conductos enormes para los intercoolers, se ve bajo y ancho por ambos lados. Con un enorme alerón trasero termina lo que sigue siendo una criatura extraordinariamente compacta, brillando suavemente con el débil sol de la mañana.
El cockpit del Ariel sigue siendo increíblemente espartano, pero las exigencias de potencia y el hecho de estar preparado para carreras han aumentado vertiginosamente el número de interruptores y botones que hay por detrás del volante acabado en Alcántara. El 500 tiene unas levas pequeñas y maravillosamente construidas a cada lado del volante, y detrás suyo palancas para el control de tracción, el launch control e incluso para reglajes de mojado y seco. Con el display digital puedes acceder a una interminable cantidad de información, pero mantiene la más importante - indicador de marcha y gráfico de cuenta revoluciones en forma de arco - al frente.
Una vez atado, con las manos acariciando el volante, sintiendo las levas con la punta de los dedos y mi respiración acelerada empañado la visera, alguien se inclina dentro del cockpit, levanta la palanca que pone ‘Encendido' y aprieta el botón negro de arranque. Después de unos segundos de un brusco agitamiento, el V8 Hartley construido en Estados Unidos, esa asombrosa unión de dos superbikes, cobra vida. Incluso a ralentí, el sonido es amenazante. Al no podernos permitir el lujo de contar con aislamiento acústico, la conexión entre el conductor y el propulsor es terriblemente directa en cualquier Atom, pero no hay nada similar al tener un V8 de 500 cv roncando tan cerca.
Con una sacudida instantánea, engranamos primera y mientras levantamos el pie del embrague, con apenas una décima parte de las revoluciones disponibles, el Atom sale impulsado hacia adelante. La mejor manera de no tener que soportar la dolorosa humillación de calarlo es manteniendo tanto el ímpetu cómo las revoluciones altas, por lo que con una pisada fuerte con el pedal derecho, abandono el arcén de gravilla para adentrarme rápidamente en el asfalto.
Es díficil pasar de un turismo normal a un Atom. Cuando lo último que has conducido es un cascado coche de alquiler italiano, las diferencias son tan extremas que casi son cómicas. El más leve movimiento, ya sea de dirección, acelerador o freno, tiene un efecto directo en el coche. El Atom 500 responde con una inmediatez fascinante, cómo si ya supiera lo que querías hacer, antes de tiempo, más rápido de lo que puede responder tu sistema nervioso. Y lo que querías hacer es, según parece, ir rápido. Muy, muy rápido.
El cambio secuencial es más rápido que nada que haya conducido, cambia de marcha, sin embrague, de forma directa con una adictiva sacudida que te permite tener un tiempo vital para concentrarte en la carretera que tienes delante. Carretera que, puedes estar seguro, vas a devorar a un ritmo endiablado. Pasa de 0 a 100 km/h en 2,5 segundos, con una velocidad punta de 270 km/h. La cúal es muy poca comparada con el empuje con el que el par del V8 te lleva hasta ella.
Tan sorprendente cómo la aceleración disponible de forma casi instantánea, es la facilidad con la que se puede acceder a ella. Los chicos de Ariel insistieron en destacar que el 500 era más manejable y fácil de conducir, de hecho, que la versión sobrealimentada que se encuentra (muy) por debajo en la gama. Esto suena como el tipo de m***** que puedes escuchar normalmente, tanto por parte de pilotos de gran talento y cómo de personas con cierto grado de afecto hacia sus productos. Pero este coche, con sus 1.000 cv por tonelada, su caja de cambios de carreras y su nivel de confort casi masoquista, fue, a decir verdad, más fácil de conducir de forma suave que el Alfa Romeo MiTo que alquilamos en el aeropuerto (El cúal tenía un radio de giro similar). Cuesta creerlo. Incluso más cuando estás montado, pero es así. Alocadamente rápido, pero completamente accesible, este coche es impresionante - lo cuál te queda claro después de conducirlo unos 10 minutos.
Lo impresionante, sin embargo, no suele salir barato y lo que puede tomar a los fervientes adictos de Ariel por sorpresa es que el 500 costará unos 160.000 €, dependiendo de su equipamiento. Y que sólo se harán 25. Y que mientras estoy escribiendo esto, ya se han vendido 21. Así que, aunque seas lo suficientemente rico y estés lo suficientemente loco, también necesitarás ser muy rápido.
Mientras se disipan las curvas cerradas y las pendientes de las colinas, nos dejamos caer hacia el sur para dirigirnos a nuestra primera parada en Maranello y podemos estirar un poco las piernas del 500. Y vaya piernas!. Piensa en Usain Bolt a toda máquina, con sus largas y poderosas zancadas.
La entrega de potencia lineal gracias al uso de una admisión atmosférica significa que no sientes la patada del turbo en la espalda, sino en que te acaba de atropellar un tren bala. Y no tiene intención de parar.
Apenas hay tiempo para mirar los retrovisores para adelantar, vas tan rápido que apareces delante del coche que tenías enfrente. Baja una marcha, pisa a fondo y el paisaje se diluye pasando a tu lado cómo una mancha borrosa. Las revoluciones suben hasta las 10.000 de la zona roja y el aullido en tus orejas, el desenfoque que sienten tus ojos y el miedo, el verdadero miedo visceral que sientes en el estómago, en cada latido de tu corazón, te hace estar seguro que, sin ningún tipo de duda, esta es la cosa más rápida del mundo con cuatro ruedas y matrícula.
El 500 es super rápido, pero también es super caro. Está a años luz de los superdeportivos forrados en cuero y con aire acondicionado que pueblan estos lares. Qué pensarán los de Ferrari de él? Llamamos a la sede de la marca y pedimos si unos de sus representantes le podría echar un vistazo. Dijeron que no, que no opinan sobre los productos de otra gente. No tenían interés por algo tan mundano? No importa, fuimos allí igualmente.
Por lo que parece, si que levantó bastante interés. Jóvenes, mayores, hombres, mujeres, trajeados, contables, cocineros y limpiadoras, se abalanzaron encima del 500 en el corazón de Maranello. Después de todo, no es otro intento de plantar cara a Ferrari, sino una alma libre, y las multitudes que atrajo dan fe de ello. Todo el mundo se enamoró del Atom 500, desde un niño emocionado que sólo vio los enormes alerones y los asientostipo bacquet hasta los expertos vestidos con un grasiento mono rojo que estudiaron cuidadosamente el diseño del V8 Hartley y el excelente acabado del tubo de escape.
Esto es lo que queríamos para el Atom, un entusiasmo imperturbable por algo un poco descelebrado, aunque esencialmente británico.
Con un gran, aunque no oficial, aprobado por aquí, la próxima parada sería Pagani. (La gente de Lamborghini está de vacaciones en agosto y en Ducati están demasiado ocupados comiendo pasta).
Sólo hay una media hora en coche desde el suntuoso pueblo de Maranello hasta el humilde polígono industrial de Pagani, un paseo entre nacionales en obras y de un sólo carril por sentido en las que el Atom se siente frustrado pero soportable. Inevitablemente, atraemos la atención de los Carabinieri, que se tienen bien aprendido el papel de poli bueno/poli malo, con un fuerte énfasis en el malo. Un simple "no hablo" enciende las alarmas, pero una vez subsanada su incredulidad respecto a que el Atom esté homologado para circular por carretera, nos despiden con una alegre sonrisa. A todo el mundo le encanta el 500.
El afecto, sin embargo, alcanza su punto álgido en Pagani, dónde al cruzar las puertas se nos abalanza el pequeño equipo de mecánicos entusiastas. Se ponen a hurgar e investigar y sonríen, mientras te hacen las preguntas pertinentes, simplemente encantados de que exista algo así. A pocos metros del Atom, en un camino pavimentado, están toqueteando una de las cinco unidades de Pagani Zonda Cinque Roadster que existen en el mundo y nos embarga una sensación de orgullo, que gente capaz de crear ese hiperdeportivo de 1,3 millones de euros tengan tal admiración por algo, que, en comparación, resulta tan modesto. El probador jefe de Pagani nos pide si le podemos dar una vuelta -Qué mayor reconocimiento podemos pedir?- y lo devolvemos al cabo de un rato, con la cara un par de tonos más blanca, pero sonriendo de oreja a oreja.
Mientras la gente de Pagani vuelve al taller, nos acompañan al interior y nos ofrecen una copa. En una esquina del vestíbulo, puedo ver en una tele panorámica un vídeo onboard que llama mi atención. Es una grabación de Julio de este año, cuando el Zonda R batió el récord del Nordschleife de un coche de calle. El tiempo que marcó fueron 6 minutos 47 segundos, rebajando en 11 segundos el anterior récord de Ferrari, conseguido con el 599XX, un coche que de todos modos no está homologado para circular por carretera. Todo esto me recuerda el camino que han recorrido y me hace pensar en hasta dónde puede llegar Ariel en pocos años si Pagani puede conseguir todo esto en menos de 20.
Con una velocidad máxima de tan sólo 270 km/h, el Atom 500 no va a poner por ahora en apuros a los reyes del Nordschleife, pero con un par de modificaciones y ajustes, sería muy atrevido apostar en su contra e incluso más atrevida la persona capaz de salir ahí fuera e intentar batirlo.
http://www.topgear.com/uk/photos/ari...m-v8?imageNo=0