Etapa 3. Plonévez Porzay - Huelgoat - Cabo Fréhel - Dinan - Champ Dolent - Dol de Bretagne - Le Mont Saint Michel - Dol de Bretagne.Seguimos nuestro viaje. A la mañana siguiente nos levantamos temprano, y tras asearnos y comer algo, yo preparé el coche, secando la capota de la lluvia nocturna para poder descapotar, y limpiando las lunas y ópticas. Mientras tanto, Rocío llevaba al maletero el (como siempre escaso) equipaje. Después de mirar en el mapa la ruta para ese día, a las 08:00 estábamos en marcha, descapotados, aprovechando uno de los escasos momentos en que no llovía
, y siguiendo nuestro mapa (el GPS ya no existía para nosotros, por suerte).
En principio, íbamos a ir directos al Cap Fréhel, ya que por la pertinaz lluvia yo había descartado visitar el Bosque de Huelgoat (y digo yo, porque todo el viaje y sus etapas iban siendo una sorpresa por mi parte para Rocío
). Pero dado que no llovía, decidimos ir hasta allí. Además, el tramo hasta Fréhel era largo, más de dos horas y media de coche yendo a muy buen ritmo, y nos vendría bien esa parada intermedia.
Por el camino fuimos cruzando diversas poblaciones, como
Cast o
Chateaulin, todas ellas con iglesias desmesuradas, cuya actividad todavía no se había puesto en marcha a esas horas. Cosas del modo de vida bretón. Debajo, a nuestro paso por
Pleyben, ante su espléndido
Conjunto Parroquial, del S.XVI. Los conjuntos parroquiales están compuestos de iglesia, calvario y osario. Rocío tiraba una rápida foto improvisada ante la atenta y comprensiva mirada de uno de los pocos policías que vimos en el viaje (digo comprensiva porque teníamos el coche montado sobre la acera en un paso de cebra):
Poco después, íbamos por uno de los escasos tramos con curvas el viaje (todas ellas, rápidas), en ligera pendiente, y nos apartábamos un rato a admirar el maravilloso y tétrico
Conjunto Parroquial de
Lannedern, del S.XVII:
El calvario presenta unas extrañas figuras, mientras que el osario muestra calaveras esculpidas.
La carretera desde allí cruzaba un tipo de paisaje bien conocido por nosotros, el pico de una loma con vegetación baja, desde el que se podía apreciar mirando en dirección norte el
Reservorio de St Michel, en una vista realmente espectacular.
Nuestro viaje continuaba cruzando el
Parque Natural Regional de Armorique. Largas rectas que cruzan el enorme bosque:
Decir, a modo de curiosidad, que esa
"aldea poblada por irreductibles galos [que] resiste todavía y siempre al invasor", donde ocurren las aventuras de Asterix y Obelix, está situada, imaginariamente, en esta región de Armorique.
Llegamos a
Huelgoat. Su bosque está repleto de rocas graníticas que parecen aflorar de entre los árboles, casi como si una mano divina las hubiese colocado allí. Según una leyenda, fue el gigante Gargantúa (¿a alguien le suena Rabelais? ¿No? Ya tenéis deberes
) quien las arrojó al pueblo, tras no recibir comida de sus habitantes. Otra, que Dios quiso hacer una sopa de granito, y al no obtener más que una pasta infecta, arrojó la sopa allí.
En el bosque es de ver la
Gruta del Diablo, la
Roche Tremblante, una roca de casi 150 toneladas que un solo hombre puede hacer oscilar si sabe dónde ejercer fuerza, o el
Champignon. Siguiendo ese camino nos encontramos el
Campo de Arturo, o el
menhir de Kerampeulven. Como empezaba a llover, no nos adentramos por el bosque, so riesgo de salir bastante sucios (además de que es enorme), y nos quedamos a ver la
Roche Cintreé.
Queda para el futuro el paseo completo por este mágico bosque.
El hermoso lago de Huelgoat:
Seguimos ruta, deteniéndonos a repostar y aspirar el coche por dentro en
Guingamp, en un Carrefour. Hasta entonces, era el único momento revestido de cierta cotidianeidad en nuestro viaje. Desde ahí, nos fuimos al Cabo Fréhel, con bastante prisa por mi parte por motivos que explicaré dentro de unas líneas.
Al
Cap Fréhel se llega desde Saint Brieuc por una bonita carretera que va atravesando diversos pueblos costeros, y que, ya llegando al último tramo por el cabo, se convierte en una carretera ondulante y serpenteante, casi una montaña rusa, de suelo rojo, durante 1 km. Después, la carretera va siguiendo las curvas del borde de la costa, con que el faro del cabo, que es nuestra referencia visual, va apareciendo y desapareciendo de la vista, en una especie de juego del gato y el ratón. Cada vez estamos más cerca, pero cada vez creemos estar más lejos porque cada vez tenemos más ganas de llegar allí. Es curioso cómo funciona a veces la mente humana.
Ante el faro.
Vista de
Fort La Latte desde el Cabo Fréhel, un castillo construido en el S.XIII, maravilloso. No lo pudimos visitar por dentro porque estaba cerrado (la gestión es privada). Una pena. Tendremos que volver, aprovechando que hemos de visitar de nuevo esa punta.
¿Pensativo? al lado del antiguo faro del cabo.
En el cabo encontramos multitud de pequeñas construcciones hechas con las piedras rojizas que salpican la zona. No nos pudimos resistir a construir nuestra pequeña casita, un duplex con garage
Desde ahí, mi intención era ir a
Cancale, para comer allí. Ése era el motivo de mi "cierta prisa". En concreto, comer ostras, como pueblo ostrero que es de fama reconocida. Ostras, ostras y más ostras recién recolectadas (sí, como buen fruto del mar, creo que debemos decir recolectar y no pescar
). Y a un precio ridículo. Pero era ya muy tarde cuando dejamos Cap Fréhel, casi las 13:00, así que, con gran pena y un pequeño disgusto, se cambió de idea, y salimos hacia Dol de Bretagne, para buscar ya el alojamiento, y continuar nuestro plan teniendo Dol como base de operaciones.
En la parte superior del mapa podéis ver las ciudades de Dinard y de Saint Malo. Ambas están conectadas por un puente. Pues bien, ahí fuimos fotografiados por un radar fijo. El caso es que circulábamos más o menos como el resto del tráfico del carril izquierdo, unos 5 km/h quizá por encima del límite. Pero fuimos "afotados" sin piedad. Ahora, a esperar que llegue la multa (si llega), y a ver qué hacemos con ella
Un error por mi parte en la salida que debíamos coger hacia Dol (cogí la inmediatamente anterior) nos puso en el camino hacia Dinan, que formaba parte de nuestro viaje. Con lo que, viendo la hora que era ya, desechamos nuestra primera idea y nos fuimos a Dinan, con la esperanza (más por parte de Rocío que por la mía) de que hubiese algo abierto para comer. Yo no las tenía todas conmigo, en realidad, pensaba que no habría nada abierto, y ya nos veía comiendo de las "provisiones" de emergencia que llevábamos en el coche para estos supuestos (y otros, que yo iba poniéndome fino a jamón, lomo y queso cada poco mientras conducía
), bajo la intensísima lluvia que nos acompañaba desde nuestra parada en Guingamp. Menos mal que empezó a llover justo después de aspirar el coche
Continuaremos un poco más tarde, ya en
Dinan.