La sociedad actual nos impone un ritmo de vida que a veces resulta difícil de mantener. La hora de entrada al trabajo, llego tarde a una reunión, si no me doy prisa no llego a recoger a los niños a tiempo (y luego tengo que llevarlos a clase de ingles), he quedado para cenar y ya llego tarde, etc. etc. Vivimos deprisa, deprisa, y, aunque las autoridades de trafico se dedican al monocultivo de radares con la intención de disminuir nuestro frenesí circulatorio (y de paso, como efecto colateral) aligerarnos el bolsillo, lo cierto es que no hace falta comprarse un coche de gama alta para disponer de un vehiculo capaz de obtener
una velocidad punta que supere los 200 km/h.
Mientras tanto, van surgiendo movimientos de ciudadanos inteligentes que abogan por el “
Slow Down”, intentando tomarse la vida con mas calma, con mas tranquilidad, sin tanta prisa y tomándose su tiempo para las cosas mas importantes y placenteras de la vida. Y el coche ideal para esta filosofía de vida nos la ofrece el fabricante alemán
Aaglander: coches nuevos, de fabricación actual (aunque con estética de lo mas retro), por desgracia no precisamente baratos, y con una velocidad máxima que, garantizada por el constructor, no va a superar los
20 (veinte) kilómetros por hora.
La idea de estos coches “tranquilos” se le ocurrió al ciudadano alemán Roland Belz. Gran aficionado a la equitación y a los coches de caballos, estaba mas que acostumbrado a circular a velocidades de esas que permiten disfrutar cómodamente del paisaje. En enero de 2003 se decidió a crear su compañía, Manufacturas Aaglander, dedicada a la fabricación de carruajes de caballos autopropulsados,
un coche de caballos sin caballos. Un medio de transporte que desapareció de la producción industrial hace ya mas de un siglo. El primer Aaglander completamente terminado debuto en el Salón de Ginebra de 2005.
El catalogo de modelos de la marca no ofrece muchas opciones para elegir ya que consta de solo dos modelos: un biplaza denominado
Duc y una especie de 2+2 que recibe el nombre de
Mylord. Ambos están basados en la estructura de un carruaje del siglo XIX, similar al que utilizara
Gottlieb Daimler en 1886 para crear su primer “Wagen ohne Pferde” (coche sin caballos). Cabriolets al mas puro estilo clásico.
La ausencia de cuadrúpedos que tiren del vehiculo se suple con un motor
diesel tricilíndrico de 900 centimetros cubicos de cilindrada que rinde 20 CV a 3.200 rpm y es caaz de desarrollar una velocidad punta de 20 km/h. Aunque la velocidad de crucero en utilización normal sera de
entre 5 y 10 km/h., suficiente para que los acompañantes (y si me apuran incluso el mismo conductor) puedan descender del vehiculo a hacer pis en la cuneta sin que haya que detener la marcha para esperar.
Aun así, la detención no supone ningún problema gracias a un sistema hidráulico de
cuatro frenos de disco, claramente sobredimensionados a la luz de las prestaciones. La ficha técnica renuncia, como es obvio, a las cifras de aceleración, pues carecen de interés. Se trata de hacer realidad la máxima de Cervantes de que “
el camino es más divertido de la posada”. El tanque de combustible alberga 38 litros, lo que a un ritmo tan parsimoniosos hace que la autonomía deje de ser una preocupación.
Las ruedas son de acero y montan neumáticos de goma maciza, pero simulan perfectamente las llantas de madera de la época. Emplean
transmisión continua por cadena y cuentan con diferencial, y
la dirección es servoasistida. Los faros funcionan con tecnología actual, aunque por cuestiones de estilo se integran en farolillos de corte histórico. Tampoco faltan intermitentes ni luces de frenada.
Todas las piezas y componentes empleados en su construcción cuentan con certificado de homologación según las normas actuales de fabricación de vehículos destinados al transporte de personas.
Ambos modelos se pueden matricular (al menos en Alemania) y circular por las vías publicas, excepto en aquellas donde su exasperante velocidad máxima no lo permita.
No hay duda de que son coches de capricho, y se pagan como tales. El modelo biplaza Duc mide 3.40 metros de largo, con un peso en orden de marcha de 1.050 kilos. El Mylord mide 4.06 de largo, con las plazas traseras autorizadas para niños. El pequeño cuesta la friolera de
89.000 euros, mientras que el 2+2 no sale de la fabrica por menos de
99.000 euros.
El que quiera probar las bondades de esta forma de viajar sin necesidad de tamaños desembolsos, puede apuntarse a una ruta turistica por carreteras escogidas para la ocasión. Una vueltecita de tres horas por los alrededores cuesta, con o sin cochero, 135 euros por persona. El que quiera hacer un alarde de “Slow Down” disfrutando de la campiña alemana puede
alquilar el coche para 5 horas por 185 euros.
http://www.diariomotor.com/2010/08/27/aaglander-mylord-precio-99-000-e-velocidad-maxima-20-kmh/