Solo me he enamorado una vez de un coche.
Y no se trataba de un roadster.
Así lo cuento en el hilo “El rincón del 911”:
“Un día, viendo los anuncios, vi que el otro CP de Madrid tenía a la venta un 996 C4S usado y decidí acercarme. La persona responsable de la venta era una mujer y no pudo ser más amable, accediendo a dejarme probar el coche por los alrededores del concesionario. Ella me acompañó y conduje durante unos 20 minutos. El coche tenía cambio manual de 6 velocidades y la diferencia con el Cabrío Tip era brutal- daba la impresión de ser mucho más agresivo- me impresionó sobre todo la respuesta en quinta- podías ir desde 40km/h hasta 160 km/h sin cambiar de marcha. Y una cosa muy importante, el tacto de la dirección era mucho más agradable- ese peso adicional sobre el eje delantero proporcionaba una sensación de seguridad que no había sentido hasta ahora. Cuando bajé del coche, las piernas me temblaban. Me di cuenta que estaba enamorado, no de la vendedora, sino del coche. Recuerdo que durante los días siguientes estaba subido en una especie de nube. “
Me viene a la mente una película del año 1993, cuyo título era “¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?”, que me viene de perlas para ilustrar la diferencia entre lo que siento por ese coche y lo que siento por los otros deportivos que he probado.